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Channel: Los García-Mansilla "Piérdase todo sálvese el honor"
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CORONEL D. JUAN F. CZETZ FUNDADOR DEL COLEGIO MILITAR DE LA NACIÓN ARGENTINA.

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En 1869, aún no acallados los ecos de la Guerra del Paraguay, siendo Presidente de la Nación Domingo Faustino Sarmiento, surgió la inquietud de organizar un instituto de formación de oficiales para el Ejército. La idea no era nueva, pues varios ensayos se habían hecho en ese sentido desde los días de mayo de 1810, sin embargo todos ellos tuvieron corta existencia.

Unos años antes, en 1860, en un mensaje que Derqui leyera ante el Congreso de Paraná como Presidente de la Confederación, hizo una serie de consideraciones sobre la necesidad de crear una escuela militar, si bien lamentó los inconvenientes e imposibilidad de organizarla en ese momento.

El 9 de agosto de 1869 cuando aún no había cumplido el primer año de su mandato constitucional, Sarmiento envió un mensaje a la Cámara de Diputados adjuntando un proyecto para la creación de una escuela castrense que proveyera de oficiales altamente capacitados para mandar al Ejército.

Así el Congreso se abocó al estudio del mismo y tras algunos debates fue aprobada la Ley por ambas cámaras con el número 357 que autorizó al Poder Ejecutivo para la formación de una escuela militar.

Promulgada el 11 de octubre de ese mismo año esa Ley 357 se convirtió en la piedra fundamental del Colegio Militar de la Nación.

De inmediato el gobierno designó una comisión militar especial a efectos de proponer el reglamento y plan de estudios de la nueva escuela. Se recurrió para esta tarea a un selecto grupo de oficiales, veteranos de muchas campañas y que habían acreditado destacadas condiciones intelectuales; eran ellos el Brigadier General D. Emilio Mitre, el General D. Indalecio Chenaut, el Coronel D. Mariano Moreno, el Coronel D. Juan F. Czetz y el Sargento Mayor V. L. Peslouan.

Cerca de dos meses llevó a la comisión completar la tarea, que permitió al P.E. dictar un decreto el 22 de junio de 1870, oficializando lo propuesto. Dicho documento, firmado por el presidente Sarmiento y refrendado por el Ministro de Guerra General Martín de Gainza, designó como cuartel del Colegio Militar al edificio que fuera  residencia de Juan Manuel de Rosas y al mismo tiempo nombra Director del Colegio Militar al Coronel de origen húngaro D. Juan F. Czetz quién estaba casado con Basilia Ortiz de Rozas, la hija mayor del General Prudencio Ortiz de Rozas y López de Osornio, hermano del Brigadier General  Juan Manuel de Rosas.

El edificio, que desde Caseros había sido destinado a distintos menesteres en forma temporaria, era de estilo colonial y de grandes proporciones para la época. En sus aulas y recintos se mantenían aún, muebles, estufas, alfombras, arañas y espejos que ornamentaron el lugar en tiempos de su primitivo propietario. Algunos de ellos, como un conjunto de rojos sillones de jacarandá, un escritorio de caoba, una cómoda y una caja de caudales, forman hoy el mobiliario del museo que funciona en la casa histórica de Caseros, dentro del predio del Colegio Militar en El Palomar.

El edificio se erguía al N.O. de la ciudad, distante de ella cerca de una legua, en los terrenos limitados por el arroyo Maldonado y el Río de la Plata. Su construcción databa de 1838.

La primera tarea del flamante director, el Coronel Juan F. Czetz, fue la adaptación de las instalaciones para la nueva función. Meses más tarde, el 19 de julio de 1870, ingresaba el primer alumno del Colegio, Ramón L. Falcón.

Este edificio, que había sido construido para albergar a una familia y al personal de servicio, llegó a cobijar en 1892 a 118 cadetes a los que había que agregar el cuadro de oficiales, el claustro de profesores y el personal de tropa y servicio.

Por espacio de 22 años, el caserón de Palermo de San Benito sirvió como cuartel del Colegio Militar y 17 promociones de oficiales egresaron de sus aulas, antes de ser abandonado en 1892 en búsqueda de mayor espacio.


Para entonces, el Colegio habría alcanzado un alto prestigio académico, formando a los cadetes en un riguroso secundario que, por la época, se consideraba de excelencia y se ubicaba entre las mejores academias militares del mundo

La nueva sede se fijó en la localidad de San Martín, donde hoy se encuentra el Liceo Militar General San Martín. Ese ámbito, al igual que el primero, no fue construido al efecto sino que se aprovechó una edificación ya existente destinada anteriormente a un Colegio de Artes y Oficios. El reacondicionamiento se efectuó con sendas partidas presupuestarias otorgadas a ese efecto por el Congreso.

Más allá de la importancia de la nueva sede en San Martín, pronto las limitaciones de la construcción evidenciaron la necesidad de buscar un espacio especialmente diseñado. Así surgió el proyecto para construir la sede definitiva del Colegio que se hará realidad en el año 1937. Los viejos campos del Palomar de Caseros fueron los elegidos, considerados un espacio ideal por su amplitud y cercanía a la Capital Federal.

La piedra fundamental del nuevo edificio fue colocada por el General Pablo Ricchieri en 1904. Sin embargo, recién en 1921 bajo la presidencia de Hipólito Irigoyen, comenzaron efectivamente los trabajos de construcción.

Se adjudicaron las obras del pabellón "Dirección" a la empresa Bonnen Ibero, Parodi y Figini, iniciándose los trabajos el 19 de julio, con asistencia del entonces Ministro de Guerra Dr. Julio Moreno. Se descubrió en dicha oportunidad una placa adosada al "Palomar" histórico, que más tarde fue colocada al pie del busto del General de División Domingo Faustino Sarmiento, en inmediaciones del arco de entrada del Instituto.

El Ministro de Guerra que seguía de cerca los trabajos, ordenó suspenderlos en 1922 con el objeto de ampliar la capacidad del edificio para 1500 cadetes. Se encontraba ya construida para ese entonces parte de la Plaza de Armas, pavimentada con adoquinado de granito de Tandil, circundando con trazo elíptico al Palomar de Caseros.

Como consecuencia de la ampliación resultante del Plan de Obras, fue necesario abarcar la totalidad del terreno circundante, que incluía la antigua Escuela de Caballería.

A mediados de 1923 el Poder Ejecutivo aprobó el nuevo Plan de Obras, con una inversión superior a $ 13.500.000 moneda nacional que contemplaba prácticamente el actual Colegio Militar de El Palomar.

Hasta el año 1929 se asignó una partida de $ 500.000 Moneda Nacional anuales para la continuación de la obra, en cumplimiento del nuevo contrato celebrado con la "Compañía Nacional de Pavimentación y Construcciones".

En 1930, la crisis económica, obligó a paralizar las obras por total falta de recursos. Llegando así al año 1935, en el cual se reinician por parte del Presidente Justo, ex director del Colegio, quien destinó los fondos necesarios para terminar en dos años de intensa actividad la obra.

El actual edificio, menos el pabellón C de dormitorios, las tribunas laterales del Campo de Deportes, el Casino de Oficiales y la primera Capilla, fueron inaugurados finalmente el 23 de diciembre de 1937 en ocasión del egreso anual de oficiales.

Con los años esas instalaciones se fueron ampliando, hoy los cadetes cuentan con numerosos espacios para su uso, se destacan una biblioteca informatizada en permanente expansión de más de 16.000 volúmenes, aulas interactivas, aulas tácticas, laboratorios de idiomas, física, química, polígono de tiro, capilla, salas de conferencias, cine, casino y un importante campo de deportes con gimnasio cubierto, salón de complementos, esgrima y pileta olímpica climatizada.

Además el Colegio Militar tiene el privilegio de contar con un patrimonio histórico único, ya que alberga dos sitios declarados Monumentos Históricos Nacionales: el Palomar y la Casa de Caseros, testigos mudos de importantes hechos del pasado como la Batalla de Caseros, antesala de la Constitución Nacional o las conversaciones preliminares del Pacto de San José de Flores, que consolidó la unión definitiva del país.

La historia reciente encuentra al Colegio Militar en una etapa de grandes cambios, en los últimos años el Colegio Militar ha pasado a ser un Instituto Universitario que también otorga a los Subtenientes un título de grado que cuentan con el aval del Ministerio de Cultura y Educación. Así los cadetes pueden optar entre las Licenciaturas en Administración, en Enfermería Profesional o Contadores Públicos.

FUENTE. Página web del Colegio Militar de la Nación.

Josefina Arrighi García-Mansilla. Una artista que irradia alegría y talento.

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Hoy queremos hablar de quienes conforman nuestra gran familia contemporánea, integrada por un sinnúmero de talentosos miembros que continúan nuestra estirpe y que de una u otra forma dan muestras de genio artístico o excelencia académica en los distintos ámbitos donde les toca actuar.

Esto demuestra que la buena simiente que nos dejaron nuestros ancestros, cuando cae en tierra fértil y se le brinda el cuidado y la educación necesaria se traduce en buena cosecha.

Este es el caso de Josefina Arrighi García-Mansilla de Fraguas, quién supo crear su propio universo y plasmar con talento y técnica depurada la fuerza que la empuja en cada una de sus obras.

Le pedí que nos cuente algo sobre su vida y me pidió visitara su blog, titulado Josefina Arrighi, en el que con natural sencillez  nos expresa porque eligió esta expresión del arte.

"Llevo el arte en mi esencia. Lo descubrí desde mi infancia. Lo "elegí" para mi vida, hace unos años. Naci el 16 de febrero de 1970, en Buenos Aires, Argentina."

"Estudié educación y trabajé varios años en ésta área. Por suerte, escuchando a mi corazón, disfrutaba del arte en distintos talleres."

"Vivir en Uruguay me dió la posibilidad de dedicarme de lleno al arte y toparme con grandes maestros."


"Explorando técnicas, soportes, aprendiendo de artistas sabios y generosos que compartieron conmigo sus saberes, voy descubriendo lo que realmente significa el arte en mi vida." 

"Al regresar a mi país continúo en la búsqueda e ingreso a la carrera de Bellas Artes para completar mi formación en el IUNA - Instituto Universitario Nacional del Arte -  Participé de numerosas muestras individuales y colectivas. En galerías de arte, en grupos con otros grandes artístas."

"Mi trabajo abarca pintura, escultura, obra gráfica y diversos proyectos vinculados al mundo del arte. Elijo el relieve, la textura. El trabajo sobre soportes no tradicionales. Utilizo una paleta de colores vivos, brillantes y variados, me gustan las obras alegres y frescas."

"Mi obra busca transmitir la alegría y el entusiasmo por la vida. Soy madre de cinco hijos. Recibí de Dios un regalo que me hace feliz y estoy convencida que con éste don, puedo hacer felices a los demás."

"Mi arte es un canal...mi intención es aportar mi granito de arena para hacer de la vida un lugar mejor y transmitir lo que voy descubriendo..."

"A través del arte doy mis talentos creativos a otros...y en el camino soy un intrumento para que otros descubran a Dios..."



"El arte puede transformar vidas. El arte textil las transforma por naturaleza. Mujeres de todo el mundo pueden corroborarlo. Gracias a él, alcanzan sus sueños, se proyectan, se hacen mejores personas, y mas felices. Entregan al mundo toda su esencia."

El Arte es el acto mediante el cual, valiéndose de la materia o de lo visible, imita o expresa el hombre lo material o lo invisible, y crea copiando o se sirve de sus fantasías. Se considera Arte a toda creación u obra que exprese lo que el hombre desea exteriorizar, obedeciendo a sus propios patrones de belleza y estética. El que crea el arte, el artista, tiene que tener aptitudes y actitudes para crear, con ciertas dotes de imaginación para poder expresar sus sentimientos por medio de palabras, formas, colores o sonidos.

Son sus padres Esther Josefina García-Mansilla y Edgardo Arrighi. Fue desde niña una persona inquieta que mostraba un gran deseo por saber o comprender todo aquello que la rodeaba y con el transcurso del tiempo fue orientando su capacidad hasta convertirse en una persona dotada de virtud y disposición para las bellas artes.

Si quieren conocer su obra pueden visitar su blog:  http://josefinaarrighi.blogspot.com/

FUENTE: Josefina Arrighi García-Mansilla y Arte y futuro blogspot.

EL DOCTOR MANUEL JOSÉ GARCÍA SEGÚN EL HISTORIADOR JOSÉ MARÍA ROSA

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El Doctor José María Rosa, fue un distinguido historiador argentino, abogado y profesor universitario. Es sin duda alguna uno de los más respetados y consultados historiadores de la corriente que se llamó revisionista. 

Nació en Buenos Aires el 20 de agosto de 1906, en el seno de una familia tradicional. Su bisabuelo don Vicente Rosa, arribó desde España en 1828 y desempeño el cargo de director de aduanas durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas. 

En su libro "La misión García ante Lord Strangford" nos deja su opinión con respecto al doctor Manuel José García.

"El 28 de enero se embarcaba con rumbo a Río de Janeiro el doctor Manuel José García, quién llevaba dos importantes comunicaciones para entregar al embajador británico ante la corte lusitana, vizconde de Strangford. Estos pliegos, firmados por el Director Supremo el 25 de enero, se hallaban destinados al propio Lord Strangford, y al ministro de Relaciones Exteriores inglés. Lord Castlereagh. También llevaba una carta del Director Carlos María de Alvear para servirle de presentación ante el diplomático británico."

"García era uno de los hombres más representativos y capacitados del gobierno directorial, no obstante contar solamente con treinta años. Hijo de don Pedro Andrés García, el célebre comandante de Montañeses, pertenecía a una de las familias de mayor arraigo social en Buenos Aires; había estudiado en Charcas donde obtuvo el grado de doctor en derecho, y desempeñado durante algún tiempo funciones administrativas en el Alto Perú durante el último año de la dominación española. Pero plegado a la causa revolucionaria, como su padre, había regresado a Buenos Aires donde, entre otros cargos, obtuvo el de Regidor del cabildo para el año 1812. Y no obstante haber sido separado de sus funciones comunales por la revolución del 8 de octubre de ese año, acabó por adherir - como tantos otros - a los vencedores hasta llegar a ser uno de los jefes del partido triunfante."

"Ocupaba en enero de 1815 el altísimo cargo de Consejero de Estado y Secretario de ese cuerpo, para el cual fuera designado por el ex director Gervasio Antonio Posadas el 4 de febrero de 1814. Se encontraba, pues, interiorizado de todos los pormenores de la política directorial, y es presumible que fuera uno de los orientadores de la misma."

"García, al estar las referencias de quienes lo trataron, era un diplomático nato. Hombre culto, de excelente educación y finas maneras, de palabra fácil y clara, agregaba a esas condiciones exteriores una penetrante inteligencia y a una prudencia que llegaba hasta la astucia. Fue, junto con don Manuel de Sarratea, el gran diplomático de la primera mitad del siglo pasado. Tal vez su escepticismo lo hizo aceptar algunas negociaciones que pueden criticarse severamente, pero en todos los casos trató de obrar conforme a lo que creía los intereses inmediatos del gobierno que lo comisionaba."

FUENTE: José María Rosa. La misión García ante Lord Strangford. A. Peña Lillo Editor S.R.L. Buenos Aires. Año 1951.

Eduardo García-Mansilla. La revolución rusa contada por argentinos.

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LOS INFORMES DIPLOMÁTICOS CONFIDENCIALES ENVIADOS A LA CANCILLERÍA

Eduardo García-Mansilla
1871-1930
La Asociación Profesional del Cuerpo Permanente del Servicio Exterior de la Nación a  publicado un libro titulado: "Una visión argentina de la Revolución Rusa" cuyo autor es Guillermo Stamponi, en el que se hacen públicos por primera vez, distintos informes reservados y confidenciales en los que los diplomáticos acreditados en Rusia relatan los hechos que desembocaron en la caída del zar Nicolás II remitidos a la Cancillería argentina entre 1905 y 1918.

La obra se divide en cuatro partes. La primera menciona los hechos salientes de la Revolución Rusa, su contexto internacional y la repercusión que ésta y la figura del zar Nicolas II tuvieron en la prensa argentina.  En la segunda, se abordan las relaciones con Rusia hasta 1930. La tercera y principal reúne los informes enviados a la Cancillería Argentina, por el Cónsul General en Rusia Eduardo García-Mansilla ; por el Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en Rusia, Gabriel Martínez Campos y por Daniel García-Mansilla, Ministro Plenipotenciario en la Santa Sede. En la cuarta, se plantea y analiza la actuación del Canciller de la legación argentina en Petrogrado Pedro Naveillan. El autor concluye con palabras finales seguidas de un apéndice con síntesis biográficas de los autores de los informes.

El libro editado, contiene ventisiete (27) informes  muy interesantes del Cónsul General Eduardo García-Mansilla, quién representó a nuestro país ante el gobierno imperial ruso durante más de una década. Residió y actuó oficialmente en San Petersburgo desde 1899 hasta 1912. Es nuestra intención dar a conocer algunos de los informes citados. Hoy comenzaremos por el informe de carácter confidencial enviado el 26 de enero de 1905.

SEÑOR MINISTRO:

Como tuve el honor de anunciarlo a S.S. el Sr. Sub-Secretario de ese Ministerio, en una Nota Confidencial, me veo obligado, en vista de la Censura, a remitir por la valija diplomática de la Embajada Francesa en San Petersburgo, una breve reseña de los últimos acontecimientos ocurridos en este Imperio.

El 6 de Enero ruso, fiesta de la Epifanía (19 de Enero del calendario gregoriano) uno de los cañones de la Fortaleza San Pedro y San Pablo, desde la cual se tiraban las 101 salvas reglamentarias, disparó una media descarga que ocasionó estragos en el Pabellón de donde S.M. el Zar presenciaba la ceremonia religiosa, con el alto clero, rodeado de los grandes duques, descarga que mató a un vigilante e hirió a dos o tres personas, cayendo algunas balas a los pies del Emperador.

La versión oficial es la siguiente: Temiéndose una manifestación de los 40.000 obreros de las fábricas de Poutiloff, durante la ceremonia, se habían preparado algunos proyectiles de pequeño calibre, para dispersar a los manifestantes, en caso de hostilidades, y ocasionar la menor cantidad posible de muertos.

¿Cómo explicar que el Capitán Davidoff que mandaba las baterías, haya cometido el inaudito error de hacer tirar salvas con uno de los cañones destinados a intervenir contra los manifestantes?

He asistido, junto con mis demás colegas diplomáticos, a la Ceremonia de la Epifanía, y he visto a S.M. el Zar quien se dignó hablarme durante dos o tres minutos cuando el Círculo Diplomático que se verificó en el Palacio de Invierno, después de la bendición de las aguas del Neva, y puedo asegurar a V.E. que S.M. el Emperador y las dos Emperatrices a las que también tuve la honra de presentar mis respetos, parecían sumamente inquietos, aunque reaccionasen enérgicamente contra su emoción.

Palacio de invierno en San Petersburgo, Rusia

El sumario se prosigue, y la opinión general es que no se trata de un atentado, sino de una inadvertencia. Parece que S.M. el Zar, al preguntar quién mandaba el tiro y al saber que era el Capitán Davidoff, exclamó: “¡Lo siento mucho, pues le quiero! ¡Pobre Davidoffl!”. Este oficial fue compañero del Emperador cuando S.M. era Cesarevitch; ambos sirvieron en el mismo regimiento.

Es en medio de semejantes circunstancias, Señor Ministro, que el Emperador me expresó su sincera gratitud hacia el Exmo. Señor Presidente de la República, por el obsequio de la reducción en bronce de la estatua del Cristo Redentor, que pocos días antes, hice llegar a su alto destinatario. Solo la extraordinaria palidez de S.M. el Zar, revelaba las angustias que lo atormentaban durante el referido Círculo Diplomático. Las Emperatrices, y especialmente la Emperatriz reinante, no lograban sin embargo, ocultar su justificada inquietud.

La continuación de los acontecimientos parece indicar que aquella salva haya sido efecto de un atentado y no de una inadvertencia, pero la lógica no preside siempre a las cosas de la vida y forzoso es reconocer que el argumento de la puntería (a favor del atentado) no es concluyente, ya que todos los cañones apuntan reglamentariamente en dirección al pabellón imperial, mientras que el argumento (en contra del atentado) merece tomarse en cuenta, sin que tampoco sea concluyente: “No se habría tirado con tan pequeño proyectil, al quererse atentar a la vida de S.M. el Zar quien se encontraba a más de media milla de la fortaleza, en la otra orilla del Neva”. A esto, contesto que el proyectil mató a un vigilante e hirió a dos personas que se encontraban muy cerca del Soberano...

Zar Nicolas II de Rusia
1868-1918
Volviendo a lo que indico más arriba al hablar de la lógica de los acontecimientos, llamo la atención de V.E. sobre la huelga general que se produjo en San Petersburgo, Moscú y Reval etc..., tres días después del día de la Epifanía. Es imposible no asociar la idea de un atentado, con las serias manifestaciones anti-gubernamentales del pueblo ruso. Sin embargo, se confirma hoy que la versión del atentado, no es exacta.

Hay que confesar, Señor Ministro, pues un agente diplomático ha de poder decir el fondo de su pensamiento a su gobierno, en un carácter estrictamente confidencial y con las precauciones del caso (esta nota no será copiada en los libros de la Legación), hay que confesar, digo, que la versión de una inadvertencia hace muy poco favor a los rusos, por su facilidad de recidiva en semejantes accidentes.

Se comprenden los comentarios del pueblo ruso acerca de la fatalidad que pesa sobre este país y que se cierne sobre el Emperador con una desesperante persistencia: 1) Nicolás II, cuando Cesarevitch, fue herido por un japonés fanático, durante el viaje que el soberano hizo a Extremo Oriente; 2) cuando su coronación que tuvo lugar el día de la “Fiesta del Pueblo”, Nicolás II asistió al destrozo de miles de sus súbditos en Moscú; 3) ahora, el Japón ha declarado la guerra al Zar, y el día de la “Fiesta de los Reyes” sus cañones tiran contra el Emperador. La superstición rusa señala también otra coincidencia: el mismo día del bautismo del Cesarevitch en Peterhoff, el año pasado, los japoneses destruían al acorazado Cesarevitch.

Toda superstición o poesía a un lado, forzoso es confesar, Señor Ministro, que la desorganización e imprevisión más absolutas reinan en este Imperio, a consecuencia del régimen granducal que consiste en nombrar al frente de las administraciones del Estado, a grandes duques, tíos, primos o parientes del Emperador, los que resultan incapaces de dirigir los ministerios o servicios que se les confían, gozando estos grandes duques de los sueldos inherentes a dichas posiciones, sin tener una responsabilidad directa en los errores que se cometen a consecuencia de sus órdenes inexperimentadas.

El Director de la Artillería, verbi gratia, es el Gran Duque Sergio Mikhailovitch, quien no entiende absolutamente, según parece, de artillería. En realidad, es sobre Su Alteza Imperial que pesa la mayor responsabilidad en el asunto de la salva del Día de los Reyes.

El espíritu del pueblo ruso reacciona contra este estado de cosas: la clase obrera, los estudiantes, los burgueses aspiran a un cambio radical, es decir a una “Constitución” o a algo equivalente.
Una huelga general como la que se acaba de producir no es una protesta económica, sino una manifestación política bien definida.

Por muy exageradas que resulten las informaciones de los periódicos en general, especialmente de la prensa inglesa, es sin embargo exacto que, desde el Domingo último 22 de Enero, los obreros de San Petersburgo y un pueblo numeroso (cien mil personas) han manifestado por medio de un “meeting” delante del Palacio Imperial sus ideas liberales y sus aspiraciones a un cambio social y político en Rusia. Pero esta manifestación no tiene un carácter tan pacífico como lo pretenden los periódicos: basta leer la segunda parte de la petición al Emperador.

Por cierto, los obreros, al principio, se portaron con grande moderación, pero no puedo decir otro tanto del bajo pueblo que los acompañaba.

V.E. conoce el texto de la referida petición, encabezada por el sacerdote ruso Gapony, y es imposible aprobar la forma en que el pueblo manifiesta al Emperador su opinión respecto de la guerra.

Con toda imparcialidad, y dada la opinión que pude formarme en estos días (hoy, ya la ciudad ha tomado casi su aspecto normal) debo manifestar a V.E. que la tropa rusa es del todo inexperimentada para resistir como es debido a una rebelión como la que se produjo. Digo “como es debido” pues mi convicción es que, en estos casos, hay que matar lo menos posible. No debieron los soldados tirar contra el pueblo, y si quizás se vieron obligados a hacerlo (es posible porque la plebe fue muy hostil) los cañones no debieron intervenir.

Lo que sucedió, es también debido a la falta de previsión por parte de la policía imperial: el servicio de bomberos hubiera bastado para regar a la muchedumbre, dispersándola, sin ocasionar las muertes que hoy se deploran.

Las cifras que al respecto dan los periódicos son muy exageradas, y las del Boletín Oficial Ruso, inferiores a la realidad. La opinión imparcial calcula 500 muertos y dos mil heridos. Así mismo, es enorme. Por otra parte, es evidente que dada la imprevisión más arriba indicada, el único recurso fue movilizar los regimientos de Reval y de San Petersburgo. No se veía policía por las calles, o casi ninguna; el servicio que a este cuerpo corresponde, en semejantes casos, era hecho por patrullas de soldados, los que, a falta de una buena organización policial intervinieron de la manera criticable que se sabe. Los cañonazos tienen poca excusa.

Un gran personaje ruso con quien cultivo una excelente amistad, me decía ayer: “Napoleón I° afirmaba que Luis XVI hubiera evitado la Revolución Francesa si, en vez de mandar abrir las puertas del Palacio Real de Versalles, hubiese ordenado se tirasen tan sólo dos cañonazos sobre el pueblo”. Este recuerdo de un dicho de Napoleón, en estos momentos, refleja la opinión del Gobierno Ruso respecto de las medidas violentas adoptadas contra los revolucionarios. El hecho es que, en tres días, se restableció una calma aparente en San Petersburgo, pero considero el porvenir con la mayor inquietud. La situación no puede ser más grave: no ocultaré a V.E. la impopularidad creciente de S.M. el Emperador y de la Familia Imperial.

El último nombramiento del General Trépoff para Gobernador de San Petersburgo, ha contribuido todavía más a acentuar esta impopularidad: Trepoff es considerado como el defensor de las ideas retrógradas y el partidario decidido del Zarismo y del granduquismo: es un hombre odiado universalmente en Rusia. Este nombramiento determinará la renuncia del Ministro del Interior el Príncipe Watopolski-Mirski, personaje liberal que será probablemente reemplazado por el Príncipe Molensky, otro conservador.

Hasta la fecha, los revolucionarios no habían resuelto la muerte del Emperador, ahora es cosa decidida, y encaro la situación con la mayor angustia. También se designaron otras víctimas, en primer lugar al General Trepoff y a los Grandes Duques Vladimir, Alexis y Sergio.

Solo quizás, el Sr. de Witte, actual Presidente del Comité de Ministros, podría salvar la situación, pero no es persona del todo grata para el Emperador.

Hoy, algunos obreros han vuelto a su trabajo, después de la promesa del Gobierno Imperial de examinar su solicitud, pero no hay que ilusionarse respecto al apaciguamiento del movimiento revolucionario en Rusia.

En lo concerniente a la vida de San Petersburgo, durante esta última semana, los diarios franceses e ingleses han dicho la verdad: estuvimos sin diarios rusos, y a veces sin luz eléctrica; numerosas patrullas circulaban por las calles, y los teatros estuvieron cerrados durante cuatro días, pero ningún día resultó interrumpida por más de dos horas la circulación en los barrios principales de la ciudad, lo que prueba que las tropas aterrorizaban a los manifestantes; todas las tiendas y negocios resolvieron cerrar sus vidrieras, y más son los estragos causados por los tiroteos de los soldados que por las hostilidades de los manifestantes.

S.M. el Emperador ha perdido desgraciadamente una buena oportunidad de reconquistar su popularidad, al rehusar venir de Tsarskve Selo a San Petersburgo para recibir la delegación de los obreros pidiendo reformas urgentes de su condición legal, de acuerdo con las promesas del Manifiesto Imperial del 25 de Mayo 1904 que oportunamente comuniqué a V.E.

Este movimiento revolucionario en Rusia, no es determinado solamente por el descontento de la clase obrera, sino también por la triste situación de las poblaciones rurales cuya suerte es íntimamente ligada a la de los obreros.

La clase obrera es de creación reciente en el Imperio. Esta vasta comarca agrícola, cuyo subsuelo es sin embargo tan fecundo en riquezas, no poseía, treinta años ha, industria digna de mencionarse. Un prodigioso esfuerzo, debido en gran parte, a la iniciativa del precitado Señor de Witte, y basado en la protección de los derechos, ha creado de una vez la industria rusa. El capital francés especialmente y el dinero extranjero, en general, dotó a este país con fábricas y astilleros. Las cifras siguientes darán a V.E. la idea del camino recorrido: En 1889, no habían en Rusia sino 28.000 kilómetros de caminos de hierro; en 1902 contábanse: 61.000. En 1892, el rendimiento de las usinas y fábricas se calculaba en: 1.010 millones de rublos; en 1897 alcanzaba a: 1.816 millones. En 1880, extraíanse 3.216.000.010 kilogramos de hulla; en 1894 las cifras son de: 8.648.000.000 kilogramos. Cierto es que estas creaciones apresuradas han dado muchas decepciones. En materia industrial, como para todo lo demás, el desarrollo del Estado Ruso está más adelantado que el estado social de la nación.

Fue preciso improvisar una población obrera. Como en todas partes, el campo proveyó esta mano de obra. Mas ni el desarrollo intelectual, ni la constitución social son aptas a preparar el “moujick” (aldeano) para un papel industrial. La insuficiencia de su instrucción era el primer obstáculo: la masa inculta de los aldeanos no puede producir obreros hábiles ni contramaestres experimentados. La organización comunal presentaba otro inconveniente para la formación de una clase obrera, pues el aldeano ruso vive bajo el régimen de la colectividad. La tierra, propiedad de la comuna o “mir”, es repartida, a intervalos fijos, y según sistemas variables, entre los jefes de familias o trabajadores, los que por contraparte se hallan, respecto de la comuna, colocados en la más estricta dependencia. La comuna, responsable colectivamente del pago de las tasas y gastos o más bien dicho de contribuciones territoriales, ejerce sobre ellos un control del que no pueden librarse y que los persigue por todas partes.

Se ha dicho mucho bien y mucho mal del “mir’: Algunos han visto, en el régimen de la propiedad colectiva (asegurando tierras a todos los habitantes) el medio de evitar el peligro del proletariado agrícola. Otros, al contrario, pretenden que crea un obstáculo a todos los progresos. La verdad, sin duda, es que el régimen de la propiedad colectiva responde hasta cierto punto al estado actual de la clase rural en este Imperio. El Sr. de Witte dice que se podría favorecer lentamente una evolución hacia el sistema de la propiedad individual, pero sin destruir bruscamente una institución tradicional.

Por lo que al obrero respecta, los inconvenientes de esta legislación son más aparentes. La gran mayoría de los trabajadores de las fábricas forma algo como una clase especial, sin equivalente en ningún país del mundo, y que continúa a estar íntimamente ligada a su aldea natal. El obrero, en general, sigue siendo miembro de la comuna donde su familia continúa residiendo. Posee una parte de la tierra y carga con algunas de las responsabilidades comunales. El patrón le da casa y comida, pero el obrero se ausenta durante las fiestas, las ferias, y va al trabajo de verano. Poco se apega al taller, y no adquiere sino una mediocre habilidad en su oficio. Resulta que a pesar de las 12 horas de trabajo y a veces más que produce el obrero ruso, su trabajo es muy deficiente. Su salario, por contra, es módico. Varía entre 110 y 600 rublos al año, o sea 1 franco 5,30 al día, por lo general alcanza a un rublo (2,65). Debo advertir a V.E. que las condiciones muy particulares del trabajo, así como la extrema sencillez de las costumbres y el precio insignificante de la vida material, agregadas a los hábitos de los obreros que por la práctica del “mir” están acostumbrados al colectivismo y a vivir en común en pequeñas asociaciones, no permiten compararse estos salarios con los de los obreros de otros países.

Resumiendo, es evidente que la clase obrera, de formación reciente, está en una situación transitoria, poco adecuada a las condiciones de la industria moderna, a pesar de que se haya pretendido que el mantenimiento de las obligaciones del “mir” favorecía al obrero, al ligarlo a su aldea, asegurándole un refugio en su tierra natal. La evolución se produce rápidamente, y el Gobierno Imperial deberá facilitarla, al librar poco a poco al aldeano de las obligaciones que lo ligan a su comuna, dificultando su emigración. La creación de seguros es una medida indispensable también para la protección del trabajo.

Por otra parte, la suerte del aldeano, en las regiones septentrionales de la Rusia, donde la esterilidad de la tierra asimila esta clase a verdaderos proletarios agrícolas, pues el monto de las contribuciones sobrepasa el producto de dicha tierra, constituye un grave problema en Rusia del cual el Gobierno Imperial deberá ocuparse sin demora. El lote de tierra concedido por el “mir”, lejos de ser una ventaja, es una carga que el aldeano procura evitar, huyendo de la comuna. Los procedimientos de cultivo son primitivos, los medios de comunicación hacen falta y la instrucción primaria así como la profesional casi no existe.

Este es el triste cuadro interior que ofrece la Rusia, social y políticamente, bajo el deplorable régimen burocrático en vigor.

Tengo el honor de reiterar a V.E. las seguridades de mi más alta consideración y aprecio.


A Su Excelencia,

el Sr. Ministro de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina,
Buenos Aires.

FUENTE: AMRECIC, Diplomática y Consular, Sección Asuntos Políticos, año 1905, caja 887.

LOS PASAJES DE PARIS. UN RECORRIDO POR RECOVECOS DE LA CIUDAD LUZ.

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Un recorrido por recovecos de la Ciudad Luz que conservan arquitectura y diseño de otros tiempos, y remiten a una época en la que el concepto de urbanización era bien diferente del actual. Rincones que, además, inspiraron a no pocos escritores...


Es necesario que un accidental vistazo muestre un espacio profundo, que se abre como una calle inesperada. Una tenue luz filtrada por vitrales cenitales y la promesa de poder escapar por allí del ruidoso tráfico citadino, de reencontrar el eco de la propia marcha, atrae irremediablemente hacia el interior. Y, apenas unos pasos dados, la estructura mítica del laberinto atrapa...

Numerosos escritores, seducidos por su arquitectura, hicieron de los pasajes los escenarios de sus historias: Honoré de Balzac, Emile Zola, Walter Benjamin, Luis Aragón, André Breton..., y también Julio Cortázar.

De la multitud de pasajes cubiertos construidos entre finales del siglo XVIII y el segundo imperio, a mediados del XIX, subsisten solamente una veintena, que han tenido suerte diversa. Todos merecen un recorrido. Se respira un aire de otra época, e incluso en la decoración de algunas de las vidrieras o en el mobiliario de los cafés uno parece reencontrarse con algún rincón de un Buenos Aires que ya no existe.

Passage Choiseul, París, Francia
Su trazado invita a atravesar las sucesivas arcadas, a perderse por los recovecos, a escrutar las vidrieras de los negocios, a elevar la mirada y descubrir la trama de sus techos traslúcidos. Hoy se puede descubrir en ellos una concepción diferente de cómo construir una ciudad con una arquitectura a escala humana, perteneciente a una época en la que, en un mismo espacio, se concentraban el trabajo, la vivienda y el entretenimiento.

Todos se encuentran en la Rive Droite (la margen derecha del Sena), que es tradicionalmente la más comercial de París, y, salvo algunas excepciones, se agrupan en dos conjuntos principales: aquellos que, situados en el sector que va desde el Palais Royal hasta los grandes bulevares, restaurados o no, fueron y continúan siendo los más suntuosos. El segundo grupo, más austero, se concentra alrededor de la calle Saint-Denis.

La historia de los pasajes comienza en París a fines del siglo XVIII. La capital era una ciudad de lujos y atracciones, pero conservaba una estructura medieval. Sus callejuelas polvorientas o embarradas no tenían veredas, tampoco cloacas ni pavimento. Por ellas circulaba un gentío desordenado, y era imposible desplazarse a un ritmo distendido. Los primeros pasajes fueron creados entonces con un interés comercial, en respuesta a una necesidad de la época. Para su construcción se emplearon nuevos materiales, más seguros y económicos: el hierro y el vidrio, combinados para sostener los techos transparentes que permiten la iluminación natural. De noche, por primera vez se utiliza una brillante luz de gas, que contrasta con la penumbra de las calles mal iluminadas.

Dentro de esas nuevas arterias interiores era factible deambular libremente de un negocio a otro, protegido de la lluvia o del frío, hacer un alto en un café, ensayar un rendez-vous amoroso o leer el diario en alguno de los numerosos salones literarios. Allí podía encontrarse gente de distinta condición: hombres de negocios y jugadores, príncipes y buscavidas, atraídos por la Bolsa de Comercio (situada en el mismo barrio), las tiendas elegantes, los espectáculos, o las prostitutas ligeramente vestidas. En las galerías se podía asistir a pequeños conciertos o cruzarse en el camino con escritores, como Verlaine, con artistas o con caricaturistas, como Daumier. Tanto fue el éxito en ese momento que en el término de cincuenta años se construyeron cincuenta pasajes en todo París.

Galeria de la Madeleine, Paris, Francia
Construida en 1846, al mismo tiempo que la iglesia homónima, la galería cubierta de la Madeleine se encuentra en el barrio chic que rodea la Place Vendôme, donde abundan las joyerías y las casas de alta costura. Su corto trayecto alberga grandes contrastes. Una relojería y una boutique de indumentaria de marca ocupan los primeros locales. Nada diferente de lo que se encuentra en las veredas exteriores, pero la luz tamizada y las siluetas ateridas de los fumadores que hacen una pausa en el trabajo invitan al objetivo de mi cámara a aventurarse al interior.Frente a frente

La sastrería Benjamin llama la atención, tal vez por sus vitrinas detenidas en los años cincuenta, o por el chaleco amarillo a cuadros que porta el sastre. No bien atravieso el umbral, el hombre cuelga el teléfono con gesto colérico y descarga en voz alta la furia provocada por el capricho de un cliente; pero frente al fotógrafo argentino desarma su enojo un tanto teatral y trata de encontrar en la conversación un punto en común, a través de recuerdos de su temprana juventud en Argelia, cuando escuchaba los tangos de Gardel. Es amante del tango, pero no del que se baila ahora, según él, con espíritu atlético. Me confirma que él es un "pied-noir", los franceses que vivían en el Magreb en la época de la colonia. Los retratos de su abuelo militar en uniforme y de Frank Sinatra ocupan los pocos espacios liberados por las perchas repletas de vestimentas para recomponer.

Monsieur Benjamin protesta por las nuevas tendencias deportivas de la indumentaria, que atentan contra la elegancia del pasado. Pero cuando me habla de la moda me distraigo y no puedo no asociar su nombre con el otro Benjamin, el filósofo alemán, Walter Benjamin, que en los últimos trece años de su vida, antes de su suicidio, en 1940, se dedicó a una ambiciosa obra que quedó inconclusa: París, capital del siglo XIX - El libro de los pasajes . A través de sus innumerables notas y citas, el autor abre múltiples puertas de investigación, en las que los pasajes parisinos constituyen el andamiaje central.

A dos estaciones de metro se encuentra otro grupo de galerías, en el barrio de Grands Boulevards. Julio Cortázar se inspiró en él para escribir El otro cielo, cuento donde asocia los pasajes parisinos con lugares a través de los cuales es posible evadirse de la realidad.

Gallerie Vivienne, Paris, Francia
Restaurada hace unos años, la Gallerie Vivienne, en su momento una de las más elegantes de París, recuperó un poco de su brillo de antaño.

La diversidad de niveles, a lo largo de un recorrido que puede ser iniciado a partir de tres entradas diferentes (rue Vivienne, rue des Petits Champs y rue de la Banque), la convierten en una de las más variadas. El estilo arquitectónico es el neoclásico, que corresponde a la época de su construcción (1826), en la era posrevolucionaria, durante la cual el modelo era la república romana. El barroco y el rococó del antiguo régimen quedaron atrás. Los suelos están decorados con mosaicos del célebre artista italiano Faccina.

En una de las entradas de la galería se encuentra el bar Le Bougainville, cuyo nombre evoca al marino Louis-Antoine de Bougainville (1729-1811), fallecido en una de las viviendas del pasaje. En 1763, y en nombre de Luis XV, había tomado posesión de las islas Malvinas y fundado una colonia en la Gran Malvina, que él mismo restituyó más tarde a los españoles. También habitó allí Eugène François Vidocq, contemporáneo de Balzac, increíble personaje que fue a su turno presidiario, jefe de la policía y escritor de renombre. Hacia el interior, en el salón A Priori-thé, se puede hacer una pausa antes de lanzarse, unos pasos más allá, a la búsqueda de obras raras en los estantes de la librería de usados D. F. Jousscaume (fundada en 1826 con el nombre de Petit-Siroux). Una boutique especializada en relojes de pulsera de los años 60-70 y la bodega Lucien Legrand ayudan a darle el tono retro al conjunto del pasaje.

La Gallerie Colbert, Paris, Francia
La Gallerie Colbert, su vecina inmediata y antigua rival, con la cual se comunica, es de una arquitectura más imponente, donde se destaca una gran rotonda coronada por una cúpula de vitraux. Ocupada recientemente por las universidades de la Sorbona y de la Escuela Práctica de Altos Estudios, éstas ofrecen al paseante, con sus aulas expuestas, la curiosa posibilidad de presenciar una clase magistral a través de las vitrinas.

El Passage Choiseul está a menos de cien metros de las dos galerías anteriores. Alberga mayoritariamente boutiques de ropa femenina y, en el final de la nave, la librería de usados Libria.

Otros tres pasajes, Verdeau, Jouffroy y Des Panoramas, a pesar de haber sido construidos en diferentes momentos, con casi cincuenta años de distancia, forman un asombroso conjunto que se continúa a lo largo de un mismo eje, como si se constituyeran en pasadizo secreto que atraviesa el corazón del barrio.

Atravesar los tres espacios supone emprender un itinerario dispar sincopado por el cruce de calles de importancia diferente. Verdeau, el primero bajando desde Montmartre, es un refugio de anticuarios. El coleccionista Bruno Tartarin ofrece fotografías de época, vintages de Robert Doisneau y Willy Ronis por 1000 o 2000 euros, así como originales de Jacques-Henri Lartigue por 6000.

Pasaje Jouffroy, Paris, Francia
Jouffroy es el pasaje de los mundos ilusorios. Numerosos paseantes se detienen a hojear los libros de arte en ediciones de lujo de la librería Paul Vaulin, fundada en 1848. El bello rostro de la mujer que la atiende y su gracioso peinado atemporal parecen escapados de los libros que sus manos mecanizadas ordenan sin cesar. Enfrente, otra librería ofrece todo lo que un fan de cine puede soñar. Unos metros más allá, una boutique especializada en casas de muñecas y muebles en miniatura invita a reinventar los viajes de Gulliver en Lilliput. Y antes de volver a la realidad, el museo Grévin permite encontrarse cara a cara con las personalidades del jet-set o con hombres históricos, reproducidos en cera en tamaño natural.

El Passage des Panoramas, del otro lado del Boulevard Montmartre, tal vez sea mi preferido. Como soy fotógrafo, imagino que sigo los pasos de Louis Mandé Daguerre. En uno de los locales, el inventor del daguerrotipo asistía a los cursos de Prévost, el creador de los Panoramas, aquel antiguo espectáculo antecesor del cine y basado en la misma ilusión óptica.

Passage des Panoramas, Paris, Francia
Formando un tejido de galerías transversales que cortan la nave central, se encuentran boutiques de coleccionistas de estampillas, monedas y cartas postales antiguas, ceremoniosos restaurantes con gruesos manteles y servilletas almidonadas, y otros más amenos ofreciendo bocados rápidos.

Hasta no hace mucho, la centenaria imprenta Alsaciana Stern, cuyos locales se encuentran hoy vacíos, daba un lustre particular al conjunto. De los pasajes que quedan en pie, es uno de los más antiguos. Fue construido en el 1800, en el momento de transición entre la ciudad medieval y la urbe moderna, durante el cual se vivió una gran especulación inmobiliaria. Como consecuencia de la Revolución Francesa, un gran número de inmuebles pertenecientes a la Iglesia o a la aristocracia emigrada fueron subastados al mejor postor, y fue así como la transformación de la ciudad, en ese primer período, no se debió a los hombres de Estado, sino a particulares enriquecidos con la compraventa de ese tipo de propiedades. Entonces, buena parte de los pasajes fue construida en terrenos liberados de la tutela del antiguo régimen.

Bajando aun más hacia el Sena, se encuentra la galería Vero-Dodat, considerada la más bella por su arquitectura, su refinamiento y por la unidad de la decoración, construida en ­1826 por dos rotiseros: Bénoit Vero y su asociado Dodat. En su época ofrecía un cómodo atajo entre los barrios de Les Halles (el mercado de abasto) y Palais Royal.

Pasaje Vero Dodat, París, Francia.
La decoración neoclásica refinada, restaurada recientemente, con un piso en damero blanco y negro, ofrece un ambiente recogido y exquisito que se ha perdido en gran parte de los otros pasajes. En su interior se encuentran numerosos anticuarios, el luthier RF Charle y el editor milanés Franco María-Ricci. Las casas de moda y decoración van reemplazando a los antiguos propietarios.

Algunas centenas de metros en dirección al Este, a lo largo de la calle Saint Denis, se encuentra un segundo grupo de pasajes, de construcción mucho más sobria, desprovistos de toda decoración, apenas mantenidos y ocupados en gran parte por comerciantes mayoristas. Lejos de los circuitos turísticos y del París de las cartas postales, estos pasajes comunican barrios vivaces, con gran actividad comercial y con una fuerte impronta extranjera. Con sólo dar vuelta una esquina uno puede encontrarse en un mercado del Asia Central o de Medio Oriente.

Al Passage du Caire se accede por una pequeña puerta. En el interior nada justifica su nombre fantasioso, y de las pretensiones pasadas no quedan más que décadas de polvo acumulado en sus cornisas. En sus múltiples galerías se cruzan incansables changarines, bajo la mirada perdida de maniquíes desnudos que pululan en vitrinas de negocios de confección. Su construcción se inspiró en los souks , o mercados cubiertos de Turquía, Persia y el resto de Oriente. Es el momento, en 1799, en que Napoleón Bonaparte lleva a cabo una campaña en Egipto para contrarrestar la hegemonía inglesa; no en vano, este pasaje construido en ese mismo año se llama Pasaje del Cairo.

En los pasajes Du Prado y Brady, muy frecuentados, los inmigrantes paquistaníes, turcos o kurdos han tomado posesión de los lugares instalando restaurantes -siempre llenos al mediodía-, agencias de viajes, peluquerías y salones de té. Apenas mantenidos para su utilización comercial, el estado general es algo sombrío, pero el ambiente impregnado de la cultura del Asia Central ofrece un contraste muy marcado con el resto de la ciudad, como para sentirse tentado de recorrerlos.

El Passage du Prado conserva los soportes del techo en diseño art déco, único vestigio del pasado. Un pequeño café se diferencia del resto de los negocios. En el interior se respira un aire de régimen soviético. Hombres de cabellos blancos y gesto adusto juegan a las cartas para matar el tiempo; la única mujer es la encargada. Nadie presta atención a la televisión que transmite noticias en una lengua inidentificable. ¿Serbocroata?, pregunto imprudentemente. "¡Serbio!", me corrige, agraviado, un hombre sentado a la mesa del fondo. Las heridas de la desintegración de Yugoslavia todavía no están cerradas.

Passage du Grand Cerf, Paris, Francia.
Ocupado en su mayoría por negocios de diseño, el Passage du Grand Cerf es arquitectónicamente el más alto de los pasajes parisinos. Su bóveda de vitrales se eleva a 12 metros, más del doble del Passage des Panoramas, pero apenas la mitad de la Galería Umberto I de Nápoles o la Vittorio-Emmanuele de Milán. Si bien fue París la ciudad que inventó los pasajes cubiertos, el hecho de que sus constructores fueran financistas privados dio por resultado obras de dimensiones más intimistas. La moda de las galerías cubiertas se propagó a otros países, pero como voluntades políticas que expresaban el monumentalismo de las grandes capitales. Así, Londres, Cleveland, Berlín, Moscú o La Haya, a lo largo del siglo XIX, competirán en la gran talla de sus galerías cubiertas.

Son varios los pasajes que quedan por recorrer: el Des Princes (convertido en una inmensa juguetería), Bourg l´Abbé, Du Ponceau, Ben Aïad, Puteaux, Vendôme (se encuentra en Place de la République y no en la plaza del mismo nombre) y las galerías del Palais Royal, donde nació el primer pasaje cubierto de París con el nombre de Galleries de Bois, construidas en 1786 y destruidas en 1828.

Luego de la Revolución de la Comuna, en la segunda mitad del siglo XIX, en parte por razones estratégicas, la ciudad será transformada por la obra urbanística del barón Haussman, que rompe con su estructura medieval y traza las grandes avenidas que dan la perspectiva del París actual.

Los pasajes pertenecían a aquel esquema antiguo, que unía pequeñas calles. El nuevo trazado hará desaparecer una gran parte de ellos. Así como en su momento fueron un fenómeno de moda y el reflejo de los cambios económicos y culturales, la aparición de los grands magasins (las grandes tiendas) a partir de 1850, como el Bon Marché, la Belle Jardinière, Le Printemps y otros, los vuelve pasados de moda, vaciándolos de sus habitués. En diferentes momentos, una treintena de ellos serán destruidos.

En el otro extremo de la ciudad, no lejos del Arco de Triunfo, me topo con una galería cuyo nombre me da curiosidad: La Cité Argentine. Construida en 1907 por el innovador arquitecto Henri Sauvage, de quien Le Corbusier tomará algunas ideas, es un revival de los pasajes del siglo XIX. El nombre de la construcción se inspira en el país de origen de quien encargó la obra, Felipe Mayol de Senillosa, estanciero argentino (fundador de la localidad de San Mayol en Tres Arroyos) cuya mujer, María Luisa Cramer, compartía su tiempo entre París y Buenos Aires.

La Cité Argentine, París, Francia
La travesía llega a su fin y me doy cuenta de que los pasajes son un viaje en el tiempo, donde se encuentran referencias literarias, personajes históricos; donde se evocan vivencias personales y, sobre todo, donde diferentes mundos se entrelazan y comunican de una manera indefinida. Son, como decía Cortázar, el refugio imaginario de los caminantes de la ciudad.

Leonardo Antoniadis
revista@lanacion.com.ar

Manuelita Rosas a través de su olvidado epistolario.

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Manuelita Rosas de Terrero
1817-1898
La correspondencia de Manuelita Rosas de Terrero ha despertado  siempre el interés de los historiadores. Hace unos años nos sorprendía Lila Nilda Bonastre de Dansey con su trabajo Manuela Rosas de Terrero. Un aspecto ignorado de su espistolario (Corrientes, 1968).

En el Museo de Luján se conservan seis (6) cartas de Manuelita dirigidas a su padre, y ciento quince (115) cartas que, ya señora de Terrero, remitió a su amiga Pepita Gómez. Esas piezas, - además de otras setenta y tres (73) cartas de Juan Manuel de Rosas a la misma destinataria-, fueron salvadas de la inundaciones que afectaron al Museo de Luján del 10 al 13 de octubre de 1967, y después, severamente, a comienzos de los años 80. No obstante, hay copia de esa correspondencia con Josefa Gómez, de 1852 a 1875, en el legajo 2447 de la Sala VII del Archivo General de la Nación, obtenidas por el doctor Ernesto Celesia. Estas cartas fueron utilizadas y dadas a conocer por Carlos Ibarguren en su estudio Manuelita Rosas, en las sucesivas ediciones aparecidas desde 1925.

A esa documentación debe sumarse el voluminoso paquete de cincuenta y nueve (59) cartas que van de marzo de 1889 a marzo de 1897 que Manuela dirigió desde el destierro a su fiel amigo Antonino Reyes, cuyos originales se han extraviado. Fueron comentadas por Raúl Montero Bustamante en su artículo El ocaso de Manuelita Rosas (La Prensa, Buenos Aires, 9 de mayo de 1926), y por Martiniano Leguizamón, primero en Revelaciones de un manojo de cartas (La Nación, Buenos Aires, 6, 8 y 11 de junio de 1926) y después en su libro Papeles de Rosas (Buenos Aires, 1935). Nuestro Archivo General de la Nación, ha publicado esas 59 cartas de Manuelita a Reyes, junto con otra de éste a aquélla, una de Agustina Rosas de Mansilla al mencionado Reyes y otras dos de Manuelita a Rosario T. de Rodriguez y a Rosario Reyes de Tezanos, respectivamente, con el título Manuelita Rosas y Antonino Reyes. El olvidado epistolario,1889-1897 (Buenos Aires, 1998). Finalmente, están las que Reyes dirigió a Manuelita, todavía inéditas.

La correspondencia de Manuelita desde el exilio fue incesante: “mi tiempo no es holgado - le escribe a Reyes el 21 de febrero de 1893 - y no se debe olvidar que sostengo la correspondencia con mis amigos en Buenos Aires y en varias partes del mundo”. Pero ¿dónde están esas cartas?...

Antonio Dellepiane ha cuestionado la ortografía de las cartas de juventud de Manuelita. Pero, la verdad sea dicha, no se diferencian en mucho de las cartas de vejez de Mariquita Sánchez de Thompson, en la época de Rosas señora de Mendeville, que presumía de sabia y literata. Manuelita tuvo una educación esmerada, de motu proprio. Ella lo ha referido al recordar a su maestro Marcelino Camelino. Y se tiene por cierto que recibió clases del famoso educacionista Salvador Negrotto.

La correspondencia de Manuelita deja traslucir la nostalgia del exilio. En carta a Reyes del 24 de mayo de 1889, al evocar el día de su santo, recuerda emocionada: “Para mí ese día... es de recuerdos tan tristes desde que me faltó mi amado padre ¡ Pobre tatita, me festejaba tanto¡ .. Comíamos en el medio del campo”. Y después de recordar sus visitas a Burguess Farm, finaliza: “¡Oh Reyes¡ Esos amenos días pasaron para no volver más, y para mi son más valiosos sus recuerdos que los que no puedo dejar de conservar de aquel tiempo en mi patria en que me rodeaba tanta bulla, tanta demostración de cariño, en algunos fingido, verdadero en otros”.

Nunca le pasó inadvertido, ni en los días de su alta vejez, el aniversario de Caseros. El 3 de febrero de 1891 le manifiesta a Reyes: “ Te escribo en este día, aniversario de tanta fatalidad para nosotros. Quien todo lo dispone, así lo quiso, sigamos sometidos a su divina voluntad”. En siguiente aniversario recordará: “Día inolvidable...”. Y al año subsiguiente: “Día de terribles recuerdos, se cumplen hoy 41 años, ¡ Oh Reyes¡ Y estamos hoy mejor que entonces?".

La nostalgia por el terruño, por los amigos y por los parientes ingratos fue infinita. Al punto que le escribe a Reyes el 18 de julio de 1892: “Ojalá nos fuera dado estar reunidos comunicándonos de viva voz nuestras cuitas ¡ Oh Reyes¡ qué grande sería el placer de estos tus dos amigos [se refiere a ella y a su consorte Máximo Terrero] y estoy cierta el tuyo también, si pudiera realizarse. Pero como nosotros hacen tantos años andamos en la mala, esa felicitad será difícil que entre por nuestras puertas”.

En esa correspondencia del exilio, Manuelita aclara, en palabras que trasuntan dignidad, la verdadera naturaleza del papel que le tocó desempeñar durante el gobierno de su padre: “Mi finado padre el general Rosas jamás me hizo desempeñar un rol que no debía, o que ridiculizase tanto a mí como a él mismo. Tampoco es cierto que yo tomase parte alguna oficialmente de asuntos públicos o políticos durante la administración de mi lamentado padre, cuando, creo, que hice cuanto me fue dado para desempeñarme en los actos privados y sociales con la dignidad que correspondía a nuestra posición" (carta a Reyes del 16 de noviembre de 1892). Y lo ratifica el 21 de febrero de 1893: “jamás desempeñé carácter tal en acto alguno”.

Y terminantes son sus palabras sobre la ejecución de Camila O`Gorman:“Tanto Máximo como yo te aseguramos ser cierto que mi lamentado padre, el general Rosas, escribió a una persona de nuestro país, en Buenos Aires [se refiere a Josefa Gómez] con motivo de ese mismo asunto, expresando terminantemente que a nadie había pedido consejo y agregando que de todos los actos de su administración, buenos o malos, era él exclusivamente responsable” (carta a Reyes del 16 de noviembre de 1892).

Otras cartas, despojadas de la gravedad que revisten las anteriores, aluden a los detalles de su vida cotidiana. El 18 de junio de 1895 escribe: “desde el 1° de junio la casa ha estado llena de huéspedes y yo obligada a cuidar de todo y de todos, como que soy quien todo lo dispone y maneja – esta pobre vieja- seguiré hasta que más no pueda y después será lo que Dios quiera”. Desde Londres, el 17 de febrero de 1890 cuenta su intimidad hogareña y la satisfacción que la causaba el recibo de sus connacionales. “Mi día fijo de recepción es el domingo pero siempre que vienen amigos entre semana y me es posible recibirles lo hago con más particular placer si son mis compatriotas, a quien recibo sin etiqueta y con la urbanidad que tu sabes me es característica ... a más tengo mi lote de visitas en la sala y debo recibirlas”.

Antonino Reyes
1813-1895
Evocando el golpe que le significa la separación de su hijo Manuel, refiere a Reyes el 18 de noviembre de 1890 con poética expresión: “sin él, me quedo como un pájaro sin alas”.

El 21 de mayo de 1890 escribe a su nunca olvidado amigo : “El andar con mi viejo, teniendo que ser quien maneja todo lo requerido en viajes, gastos de hotel, firmar cheques, etc. te probará que estoy muy acostumbrada a las reglas inglesas y que me hago entender en este idioma. Yo misma hago mi elogio a mi buen desempeño".

El 18 de febrero de 1897 en una carta de grave tono, como si hubiese sido escrita bajo un fúnebre presagio, Manuelita se refiere al envío del sable de San Martín al gobierno argentino y a las gestiones para que le fueran devueltos los bienes que le habían sido confiscados a su padre (en la parte correspondiente a los bienes propios que su finada madre, Encarnación Ezcurra, había aportado al matrimonio ) . Pero cuando envió esta carta, Antonino Reyes ya había muerto. Pero todavía el 22 de enero Reyes le había escrito por última vez, sin decirle a su amiga nada de su enfermedad. Pocos días después fue sometido a una operación y el 6 de febrero falleció. Manuelita se enteró de su muerte por el Dr. Adolfo Saldías. Y el 4 de marzo escribió a Rosario Reyes de Tezanos, hija del amigo, para darle el pésame: “Máximo y yo hemos perdido a un amigo de ejemplar lealtad, a quien jamás olvidaremos”.

La muerte de Reyes, su fiel corresponsal, desató el lazo que la unía con el pasado y ella, también vieja, enferma y entristecida, dedicada a la atención de su esposo enfermo, se extinguió en Londres el 17 de septiembre de 1898, traspuesto ya el umbral de los 81 años. Había nacido el 24 de mayo de 1817.

Se ha dicho que Manuelita volvió a Buenos Aires en 1886, temporalmente. Nada más inexacto. Nunca regresó a su adorada patria.

Julio A. Benencia dio a conocer una carta suya dirigida al doctor Adolfo Saldías y fechada en Londres el 2 de abril de 1896, cuyo original se conserva en el Archivo General de la Nación, en la que Manuela manifestó el deseo de que su padre, ella, su marido y sus hijos, reposaran definitivamente en suelo inglés, lejos del solar patrio: “En cuanto a trasladar los restos de mi tan amado padre a Buenos Aires eso jamás tendrá lugar, y mi completa oposición a ello la dejo explícitamente expresada en mi testamento. No, Doctor, sus cenizas reposan muy bien colocadas en el sepulcro y hermoso monumento que el cariño de su hija lo hizo erigir en el cementerio de Southampton; con su fiel hijo Máximo y sus nietos iremos según nos toque el turno, a reunirnos a él. La bóveda está construida para todos” ("Manuelita Rosas y los restos de su padre”, en Investigaciones y Ensayos, núm. 17, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1974, págs. 311-312).

Pero el hermoso monumento que Manuelita mandó erigir, es hoy solamente una ruina que apenas se divisa entre la maleza de un cementerio abandonado. Don Juan Manuel ya ha sido repatriado. Allá quedan Manuelita, su marido e hijos. Por eso, ya no se justifica su permanencia en tierra extraña. Es hora que los restos de la niña de Palermo regresen a la tierra de sus mayores, y que en su losa se graben aquellas palabras que ella escribió a Reyes el 26 de julio de 1893,a los 76 años: “Yo Reyes , nací para sufrir por todos y con todos. Mi carácter nunca fue propicio a mi felicidad”. Palabras, tan sinceras como conmovedoras, que la revelan como arquetipo de la mujer argentina.

FUENTE: Guillermo Palombo. Manuelita Rosas a través de su olvidado epistolario.

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MANUEL JOSÉ GARCÍA Y JUAN MANUEL DE ROSAS

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Manuel José García Ferreyra
1784-1834
Los años transcurridos entre 1829 y 1835 tuvieron particular significado en el desarrollo económico de la provincia de Buenos Aires, también lo fueron en el aspecto político e institucional. De estos últimos , en apretada síntesis podría decirse que el poder político detentado de hecho y de derecho por la Honorable Sala de Representantes pasó a manos de una sola persona, Juan Manuel de Rosas, con la suma del poder público; en cuanto a lo institucional , la provincia eludió darse una constitución interna y lo que es más, maniobró para concretar su hegemonía sobre las provincias interiores no aceptando llegar a la formulación de un gobierno nacional que pudiera dar derecho a éstas a participar en el manejo del puerto bonaerense. 

Es sabido que el lapso de seis años en cuestión fue turbulento y la lucha de distintas facciones porteñas llegó a las peores consecuencias con la lucha armada y sin cuartel: no hubo tregua para el enemigo.

A pesar del aparente caos de este período, su estudio desde el punto de vista económico, adquiere coherencia lógica, mostrando el ascenso y consolidación del sector pecuario bonaerense sobre el grupo de comerciantes ligados al comercio exterior. En esta consolidación de la agricultura quedó de lado y aún retrogradó con respecto a los primeros años del veinte, ya que la provincia de Buenos Aires fue importadora de harina de trigo hasta los comienzos de la década del 50.

En la búsqueda de los hechos económicos y su interpretación, la figura de Manuel José García tiene una importancia singular. La influencia de sus ideas será una constante, ya sea en el primer plano del gobierno o entre bastidores. Su retiro en 1834, luego de más de treinta años al servicio de su país de nacimiento, marca el fin de un proceso en el cual se frustraron sus propósitos de unir los intereses de hacendados y comerciantes y dar bases constitucionales a la provincia.

Luego de desempeñarse como ministro de Hacienda con Juan José Viamonte, en su gobierno provisorio, Juan Manuel de Rosas solicita su colaboración para que continúe a cargo de ese ministerio, sin duda porque reconoce sus méritos relevantes para la conducción de los problemas económicos.

La labor de García al frente de la hacienda pública fue fundamental para la consolidación de la política de Buenos Aires entre los años 1830 a 1832. Merced a sus acertadas soluciones económicas, le permitieron a Rosas organizar sus ejércitos, los que le darían la hegemonía sobre la provincia bonaerense, financiando además, a las fuerzas militares de Estanislao López y Facundo Quiroga en su lucha contra José María Paz. Ahí están los números que hablan de esa ayuda y las cartas de los protagonistas reclamando los fondos prometidos. Esa política de ayuda al interior va a permitir a los porteños mantener el control de la aduana, negándose a compartir su usufructo, como lo pretendió el correntino Pedro Ferré, al discutir el luego denominado Pacto Federal.

Al cesar la lucha contra los unitarios después del triunfo de Quiroga en “La Ciudadela” , los hacendados bonaerenses con Rosas a la cabeza tornan a despreocuparse del propósito de unidad nacional para interesarse en la frontera con los indios.

Cuando se vuelve la mirada dejando de lado la lucha de las fracciones políticas surge con nitidez la expansión de los hacendados hacia el sur de la provincia, un propósito que arranca desde el año 1820 en la administración de Martín Rodríguez. Esa expansión alcanza su culminación con la expedición al desierto de Rosas en el año 1833, que recibió el apoyo unánime de la Sala de Representantes. Este hecho no fue fortuito, venía siendo el punto de mira de todos los gobiernos, desde la Junta de 1810, quién ordenó al coronel Pedro Andrés García de Sobrecasa, padre de Manuel José García, primer ministro de Hacienda de la Argentina, realizar su incursión en tierras de indios para lograr acuerdos que permitieran lograr la paz con los caciques. Este bravo montañes, naturalizado argentino en la Asamblea del Año 1813, culmina su actuación en esta tarea en el año 1821, con su expedición hasta la Sierra de la Ventana. 

Juan Manuel de Rosas, nacido
Juan Manuel Ortiz de Rozas
1793-1877
Balcarce, designado gobernador, será incapaz de imponer su autoridad sobre las fracciones del partido federal debido a su falta de energía para ejercer el cargo. El grupo rosista actuante en la Sala lo reduce a la inoperancia al no aprobar los presupuestos de gastos, mientras que las querellas políticas desembocan en la Revolución de los Restauradores, provocando su renuncia.

El general Tomás Guido y Manuel José García repitiendo una acción similar a la ejecutada en 1829, durante el conflicto con Juan Galo de Lavalle, intervienen como mediadores para aplacar a una delegación de la Sala de Representantes. Esta como solución a la crisis vuelve a designar a Juan José Viamonte para desempeñar la gobernación, quién nombra a aquellos como sus ministros.

Manuel José García vuelve al manejo de las finanzas, después de su alejamiento del gobierno en 1832, por su discrepancia con Rosas en torno a la negativa de éste para consolidar la unidad nacional tal como se pone en evidencia a través de la correspondencia entre ambos. Ahora mediante un plan financiero y económico global procura solucionar la seria situación que atraviesa el gobierno bonaerense en este terreno, para lo cual busca conciliar los intereses de los hacendados y comerciantes, pero su gestión fracasa al carecer de apoyo político en la Sala de Representantes, donde se pone en evidencia que aquellos no están dispuestos a ceder sus privilegios económicos.

El retiro de Juan José Viamonte y sus ministros sometiendo su renuncia a la Sala, se resuelve luego con el interinato de Manuel Vicente Maza, que derivó con el nombramiento de Juan Manuel de Rosas con plenas facultades para gobernar. La tozudez de los hechos económicos permiten consolidar el predominio político del grupo ganadero y saladerista por medio de su figura más prominente.

El análisis particular de los factores económicos efectuados en esta investigación en el lapso señalado no tuvo el propósito de estudiar personajes individuales, pero la historia la hacen los hombres. La figura de Manuel José García se impuso por derecho propio debido a su actuación dentro y fuera del gobierno. Criticado por su participación en el arreglo de la paz con el Brasil auspiciado por Bernardino Rivadavia y el partido unitario, quién descargo sobre sus hombros la responsabilidad de la firma de un acuerdo considerado lesivo a los intereses del país, volvió a la actuación pública llamado por Juan Manuel de Rosas, sin que sus contemporáneos le enrostraran en ningún momento esa acción. Esta realidad abre campo a la polémica y a la necesidad de un juicio más serio y desapasionado sobre su labor como economista, político y diplomático.

Cuando Félix de Alzaga amparado en el anonimato acusó a García de otorgar favores a sus amigos, éste reclamo en la Sala de Representantes las pruebas de los cargos lanzados en su contra. Estas no fueron presentadas. Con este episodio terminó la vida pública de García, después de haber comenzado la misma con su participación en las invasiones inglesas.

Al margen de los hombres que actuaron en este lapso, al término del mismo, luego de la agitación política que duró seis meses entre mediados y fines de 1834, Rosas vuelve al ejercicio del poder, ahora sin obstáculos.

La situación económica y financiera del gobierno es deficitaria, pues se ha acumulado una deuda importante debido a la guerra civil, con el interior, a los desórdenes políticos internos de la provincia y a la expansión de la frontera con el indio.

La circunstancia de que el gobierno se encuentre en una situación financiera difícil no significa en absoluto que esto rija para los capitales aplicados a la ganadería. Como dijo José María Roxas y Patrón en su memorándum a la Comisión Representativa de Santa Fé, realizaban “ganancias exorbitantes”, que les permiten ampliar sus actividades pecuarias, aprovechando la demanda extranjera de su producción. Por ese motivo el “gremio de Hacendados” agradece a Juan Manuel de Rosas en mayo de 1835, los servicios prestados asegurando la paz en la frontera y valorizando las tierras.

Este trabajo de investigación histórica ha dejado de lado los aspectos políticos para concentrarse en los económicos, no porque los unos sean independientes de los otros, sino con el propósito de destacar las acciones de cada grupo actuante en la provincia de Buenos Aires.

FUENTE: Juan Carlos Nicolau. Rosas y García. La economía Bonaerense (1829-1835). Los hacendados ascienden al poder. Editorial Sadret, Buenos Aires, 1980.

Lucio V. Mansilla, el dandy nacional.

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A los diecisiete años, aprendiz de dandy, Lucio V. Mansilla fue enviado por sus padres a purgar un “pecadillo de cuenta” a la estancia de su tío y padrino Gervasio Rosas. El tío Gervasio era un domador de muchachos contumaces, y aquella estancia sobre el río Salado albergó en sus soledades a no pocos muchachos desterrados, como Bartolomé Mitre, en sus tiempos. El “pecadillo de cuenta” del joven Mansilla fue un primer amor platónico que derivó en un rapto escandaloso. Y aunque en los corrillos de la Buenos Aires de 1849 no se hablaba sino de sus malas inclinaciones, no fueron unos amores que la prudencia no veía con buenos ojos la causa del viaje a la India en el que se embarcó poco después. 

Fue la lectura a hurtadillas de Jean-Jacques Rousseau: “Mi amigo, cuando uno es sobrino de don Juan Manuel de Rosas no lee El Contrato Social , si se ha de quedar en este país; o se va de él, si quiere leerlo con provecho”, le había dicho su padre al descubrirlo leyendo. ( Entre nos. Causeries de los jueves , Lucio V. Mansilla) Dos años más tarde, instalado en Londres luego de haber recorrido Asia, Africa y Europa, recibió la noticia, muy atrasada porque no había telégrafo y eran raros los vapores, de que Urquiza se había sublevado contra Rosas, el hermano de su madre Agustina, “la belleza de la Federación”. Federal y partidario de los caudillos provincianos (como lo nombra –lo bendice– mi padre), la noticia lo desconcertó y decidió regresar a Buenos Aires de sorpresa. Tras pasar por el trámite de la ballenera, el carro, la subida a babucha, se dirigió a la casa paterna. 

La alegría que despertó en su familia fue tal que se mandó decir una misa en la iglesia de San Juan, y poco después comenzaron a arribar fuentes de dulces, cremas y pasteles con el mensaje criollo: “Que cómo está su merced; que se alegra mucho de la llegada del niño, y que aquí le manda esto por ser hecho por ella”. Mientras se dejaba agasajar, Lucio escuchaba las nuevas sobre el avance victorioso del “loco, traidor, salvaje unitario, Urquiza”. Su prima Manuelita y, sobre todo, su prima Catalina Ortiz de Rosas y Almada, con quien se casaría en 1853, lo encontraron muy chic, vestido a la última moda parisiense: sombrero de copa alta puntiagudo, levita muy larga y pantalón estrecho. 

Pero ese aire de dandy afrancesado, del que se envanecía, no ocultaba su naturaleza criolla, de la que también se envanecía: “Era tan criollo como el Chacho”, decía. Por añadidura, su tío Juan Manuel se alegró de que su sobrino no hubiera vuelto “agringado”. 

En su texto “Imagen de Mansilla” Sylvia Molloy se interesó en el dandismo de Mansilla: “Se ha hablado a menudo de su dandismo y es cierto que, en el contexto del 80, es el artífice máximo de su persona: ‘soy el hombre de mi facha y de mi fecha’”. Pero Molloy lo diferencia de los dandis clásicos: “El discurso del dandi es intransigente, es un discurso de veras manco que rechaza todo contacto; en sus textos, en cambio, Mansilla necesita tocar con la vehemencia de quien busca complacer a todo precio”.
Como suscribiendo a Molloy, así se describe Lucio en una fiesta provinciana durante su destierro en Santa Fe en 1856, a los veinticinco años: “Yo me mantenía un tanto apartado, dándome aires: tenía toda la barba, larga la rizada melena, y usaba un gran chambergo con el ala levantada… Mi apostura, mi continente, mi esplendor juvenil…”, explica en sus Causeries , le daban una apariencia de romántico o de poeta. Mucho de romántico tuvo el origen de su exilio, un reto a duelo a José Mármol en el Teatro Argentino por las injurias que éste había proferido contra su familia.

Ya maduro, es descripto por George Brandes (En el Bois de Boulogne ) como un adolescente: “Un verdadero aventurero y un hombre hermosísimo, quien, a pesar de sus cabellos y barba blancos, por su aire marcial y su jovialidad podría ser todavía un peligroso rival para cualquier joven. Es tan hermoso con su prestancia militar, con sus ligeros rasgos de “rastacuére” y con la picardía de sus ojos negros, que hasta su propia satisfacción de su persona física no le está mal”. Ambos están en París, en un almuerzo con la flor y nata . Brandes menciona la palabra “espléndido” y Mansilla le pregunta si estaba hablando sobre él con Robert de Montesquiou, el epítome del dandi, el modelo para el personaje del barón de Charlus de Proust. Al responderle Brandes con una negativa, Mansilla dijo: “¿No? Cuando oigo palabras tales como espléndido o esplendidez, creo siempre que se está hablando de mí.” Brandes concluye: “Y se reía como un niño”. Molloy acuerda con Blandes cuando escribe sobre la escritura en primera persona de Mansilla, ese yo que prefiere mantenerse en la indecisión, “no como un dandi sino como un adolescente”.
  FUENTE: Laura Ramos. Diario "Clarin" Buenos Aires, 28 de agosto de 2011.


El general Bertrand Ract-Madoux, quinto nieto del benemérito general del Ejército Argentino, don Lucio Norberto Mansilla, asumió el pasado 1º de septiembre de 2011 como máxima autoridad del Ejército Francés.

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Una mañana del 20 de noviembre de 1845, un general argentino, don Lucio Norberto Mansilla, comandaba las tropas de la Confederación Argentina, entonces gobernada por el Brigadier General don Juan Manuel de Rosas, para enfrentar a la escuadra anglo-francesa, en la “Batalla de la Vuelta de Obligado”, hoy denominada “Batalla de la Soberanía”. 

Hoy, transcurridos 166 años de aquel hecho de armas, un general francés de cinco estrellas, asume como Jefe del Estado Mayor del Ejército de la República de Francia.

Que tienen en común estos dos hechos de la historia de ambos países?

Que el futuro comandante del ejército francés es quinto nieto del general Lucio Norberto Mansilla, prócer benemérito de la República Argentina.

Es increíble como la vida de los hombres y el devenir de los pueblos nos deparan estas magníficas historias de vida.

No dudamos que nuestro heroico general argentino, estaría orgulloso, al ver que su estirpe continúa el camino virtuoso que con tanto esmero inculcó a sus hijos y perduró en su descendencia, y que estaría muy feliz al comprobar que el camino del desencuentro terminó y que ambos países hoy están hermanados por ideales comunes.

Como vemos en Argentina o en Francia, los valores inculcados en la formación de una familia dieron y darán sus frutos y todos aquellos que sepan honrar los legados recibidos están llamados a desempeñar roles trascendentes donde quiera que se desempeñen en la vida.

El futuro general de cinco estrellas Bertrand-Regis-Marie-Dominique Ract Madoux, es hijo de Claude Louis Marie Robert Ract-Madoux y de Guillemette Tabard Bourgois. Nieto de Etienne Nicolás George Tabard y Antoinette Louise Eda Bourgois Marrier de Lagatinerie. Bisnieto de Henry Marie Bourgois y Guillemette Marrier de Lagatinerie García-Mansilla. Tataranieto de Charles Jules Michel Marrier de Lagatinerie y Eduarda Manuela Agustina Nicolasa García-Mansilla. Chozno de Manuel Rafael García Aguirre y Eduarda Mansilla Ortiz de Rozas. Quinto nieto de Agustina Martina Dominga Ortiz de Rozas– hermana menor de Juan Manuel de Rosas - y el general Lucio Norberto Mansilla Bravo de Oliva.

Fue nombrado el pasado 22 de junio por el Consejo de Ministros de Francia para desempeñarse como Jefe del Estado Mayor del Ejército Francés y asumirá su cargo el próximo 1º de septiembre , en reemplazo del general Elrick Irastorza, quién ocupa el cargo desde el mes de julio de 2008.

Nacido en 1953, el general Bertrand Ract-Madoux, de cincuenta y ocho años de edad es hijo de un oficial de caballería, se graduó en la prestigiosa Academia Militar de Saint-Cyr Coëtquidan. Esta escuela militar, fue creada por la ley del 11 de floréal del año X - que corresponde al 1 de abril de 1802 - por orden de Napoleón Bonaparte y su divisa es: "Ils s'instruisent pour vaincre" ; "Se instruyen para vencer".

En 1975, al egresar como oficial eligió el arma de caballería blindada y fue destinado al 8ª Regimiento de Húsares en Altkirch. Posteriomente se desempeñó como oficial instructor en la Escuela de Caballería (1975-1979) y fue destinado como Jefe de Escuadrón en Alemania (1982-1984). Se graduó como oficial de Estado Mayor (presupuesto y logística) y pasó a prestar servicios en la Escuela Superior de Guerra.

Al ascender al grado de teniente coronel fue jefe del 2º Regimiento de Cazadores, mas tarde director en el departamento de investigación del Ejército (1990-1995) y en el año 1995 con el grado de coronel comandó el 1º Regimiento de Spahis.

Durante su extensa carrera militar, realizó varias operaciones en el extranjero, en particular en la antigua Yugoslavia y en Costa de Marfíl.

                 Thierry Bussière, Patrice Ract-Madoux - mostrando el Boletin del
              Centro Naval con la imagen del almirante Manuel José García-Mansilla -
Hervé Ract-Madoux, el general Bertrand Ract-Madoux y Manuel Rafael García-Mansilla.
      Château du Plessis,Troyes, Champagne-Ardenne, Francia, 23 de julio de 2011.
Nombrado general fue comandante de la 2ª Brigada Blindada, para desempeñarse posteriormente como jefe de la oficina adjunta de "Estudios y Estrategia Militar " en el Estado Mayor General del Ejército.

Fue designado como Segundo Comandante de la Fuerza Licorne en Costa de Marfil, ( 2003 a 2004 ), y ocupó el cargo de jefe de estrategia e investigación en el Estado Mayor General de la EMA, para finalmente convertirse en el año 2007 en el Jefe de gabinete de la Dirección General de Seguridad Externa (DGSE).


Sus virtudes personales, fruto de una esmerada educación y un esfuerzo constante, su concepto del honor, su acendrado patriotismo, su honradez, su firmeza de carácter, su respeto por los principios republicanos, su abnegación y entereza y su gran espíritu de cuerpo fueron sin duda factores determinantes para que el Ministro de Defensa proponga al Consejo de Ministros a este destacado oficial para desempeñar el cargo de Jefe de Estado Mayor del Ejército Francés.

El General Bertrand Ract-Madoux revista las tropas de tierra del Ejército Francés.


Le deseamos a este querido y distinguido miembro de nuestra familia, 
el mayor de los éxitos en su nuevo destino militar.

Bertrand es un digno representante de nuestra estirpe, que ha sabido cumplir cabalmente el lema familiar:


“PIERDASE TODO SALVESE EL HONOR” 


¡VIVA LA ARGENTINA! ¡VIVA FRANCIA! 








LAS CARTAS SECRETAS DE LA CALLE TACUARÍ. "El presidio viejo". Casa natal de la familia Mansilla.

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En la esquina de las calles Tacuarí y Potosí, que hoy se llama Alsina, se alzaba una edificación conocida en la época colonial como “el presidio viejo”: allí nació Lucio V. Mansilla, nuestro dandi nacional. En esa casa de San Telmo los niños Eduarda y Lucio se entretenían revisando los aparadores y cajones secretos del comedor doméstico, donde encontraban “cartas empaquetadas de infinidad de personajes, cartas que, a ocultas, solía yo leer”, confesó Mansilla en sus deliciosas memorias, escritas en 1904, cuando tenía 84 años y el movimiento rosista, ese gran productor de pasiones color punzó, había quedado en cierto modo atrás. Sobrino de Rosas, hijo de Agustina Ortiz de Rosas y polémico contrincante de Sarmiento, Mansilla encuentra en la autobiografía, o en la novela doméstica, un modo de contar la patria con su gracia afrancesada y soberbia.

En su artículo “Sarmiento, lector de imágenes, escritor de prodigios”, Graciela Batticuore señala que la figura de Agustina Rosas “adquiere un lugar relevante en las memorias del hijo y su obra nos ofrece otro ejemplo de la relación madre-niño-lectura, así como de la colocación del autobiógrafo en la escena familiar argentina del siglo XIX.” Lucio narra su experiencia como niño lector y a la vez la de su hermana Eduarda Mansilla, que también fue escritora. Dice Mansilla que en su casa no hay una biblioteca materna: Agustina no es una lectora y la biblioteca del padre está fuera del lugar donde habitan los niños durante la primera infancia. De modo que Agustina Rosas, para que sus hijos aprendan a leer, apela al legajo de las cartas familiares.

Cuenta Mansilla en sus Memorias: “La señora había coleccionado cientos de cartas y hecho con ellas, poniéndoles tapas de cartón, un grueso infolio. Era para que nos acostumbráramos a leer letra manuscrita de toda clase (había alguna que al mejor se la daría) y para que supiéramos qué clase de amigos tenía mi padre …. Allí, en ese enorme mamotreto, verdadero legajo de varios, aprendí yo a conocer y a querer algunos personajes, los de letra clara como el señor don Domingo de Oro. Las simpatías de mi hermana y las mías estaban en razón inversa de la mala letra de los personajes”.

De modo que el ingenio de los niños pronto convirtió en juego la didáctica materna y encontró una diversión en la lectura. En primer lugar, el legajo proveía a los niños una destreza: la lectura de letras manuscritas de distinto tipo. Este entrenamiento les permitía, a través de la letra, de su forma, su tamaño, su cadencia, además, llegar a vislumbrar el carácter y la personalidad de los corresponsales, que les resultaban más o menos queribles en relación con la amabilidad o la rusticidad de su caligrafía. La novela familiar de los niños Mansilla se completaba tanto más cuanto esos corresponsales, cuyas misivas ellos leían ora a hurtadillas, ora a instancias de su madre, eran también asiduos visitantes de la casa.

Aunque estos padres “leen poco” -como aclara el memorialista-, las lecturas escogidas para los niños, así como la casa misma y sus rituales organizan una lógica propia. La casa Mansilla recibe a menudo visitas prestigiosas: la calle Tacuarí esquina Potosí es una mansión marcada por la belleza y por los brillos que el dinero es capaz de proporcionar. Y aunque no hay una biblioteca, las cartas y documentos dan cuenta de una literatura: la historia de la patria y la historia familiar.


Porque los propósitos, conscientes o no, de Agustina Ortiz de Rosas al dar a leer a sus hijos los archivos familiares, no son tanto pedagógicos cuando políticos: el legajo permite a los niños construir una genealogía. El conocimiento de los nombres de los allegados y parientes de la familia Mansilla les sirve para situarlos socialmente, para insertarlos en las redes de parentescos familiares, sociales y políticos. De modo que la práctica de la lectura del legajo los perfila como dignos herederos de la casa, apunta Batticuore. Como si se tratara de un manual cosido y dibujado por ella misma, la madre Agustina insta a los hijos a ejercitar su lectura. Pero el objeto de instruir a los niños es doble: no se trata tanto de iniciarlos en el conocimiento del alfabeto como de apropiarse, por medio del acceso a las cartas manuscritas de los corresponsales de la familia, de un linaje.

Fuente: Laura Ramos.Diario "Clarin" de Buenos Aires, domingo 29 de abril de 2012. 

EL DIARIO DE VIAJES DE LUCIO VICTORIO MANSILLA

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El manuscrito inédito



           El hallazgo del diario de viajes -presuntamente extraviado - de Lucio Victorio Mansilla, olvidado entre los papeles familiares de uno de sus herederos, es una novedad en el mundo de las letras. En este momento, se encuentra en ciernes una edición crítica del diario, a cargo de un equipo de investigación, del que formo parte, bajo la dirección de la Dra. María Rosa Lojo. 

          El manuscrito relata la crónica del primer viaje de Lucio V. Mansilla (1831-1913), escritor, militar y diplomático, hijo del General Lucio Norberto Mansilla y de Agustina Ortiz de Rosas, hermana del “Restaurador.” Su obra más conocida es Una excursión a los indios ranqueles (1870). También son importantes sus Causeries (1889-90), consideradas un clásico del relato conversacional. 

          El diario fue escrito entre los años 1850 y 1851, durante el viaje que Mansilla realizó de Buenos Aires a la India, Egipto y Europa. Inferimos que se trata del primer cuaderno de un total de dos, ya que el viaje fue más extenso de lo que figura en él, y que el segundo realmente se ha perdido. En esta parte inicial, el joven Lucio - tenía entonces 18 años - describe día por día la partida de Buenos Aires, el 25 de agosto de 1850, el cruce del océano Atlántico a bordo de la embarcación Huma, el desembarco en Calcuta, su vida social en la exótica ciudad, las aventuras por el interior de la India: en Chandernagor—actual Chandannagar— y Madrás, la travesía por el Mar Rojo de Adén a Suez, la interminable caravana hasta el Cairo, la visita a las pirámides y el paso por algunas de las principales ciudades de Italia. Florencia es el último destino mencionado en el manuscrito, el 18 de abril de 1851, pero sabemos, gracias a los escritos posteriores de Mansilla, que el viaje por Europa no terminó allí.

          Sus Causeries de los Jueves nos hablan de que después de Italia pasó por París, Londres, Edimburgo, y regresó a la capital británica en busca de tranquilidad. El recorrido completo duró poco menos de un año y medio. Lucio abandonó abruptamente su exilio, temeroso por el futuro de su familia, debido a los rumores acerca de la probable caída de Rosas. Acababa de cumplir los veinte años cuando desembarcó en Buenos Aires, en diciembre de 1851, vestido según la última moda europea. Y aunque pareciera que la experiencia no lo hubiera modificado más allá de su flamante apariencia de hombre cosmopolita, las vivencias de este viaje iniciático lo marcarían por el resto de su vida y se convertirían en fuente inagotable de anécdotas, reflexiones, puntos de vista y comparaciones que nutrirían casi toda su obra posterior, siempre autobiográfica, intimista y coloquial.

          Es importante aclarar que este descubrimiento incluye otro manuscrito destinado a su padre: la transcripción incompleta del diario de viajes, que no difiere mucho del original evidencia las intenciones de Mansilla de mejorarlo y hacerlo público. En rigor, el original no tiene ninguna marca de un destinatario concreto; en cambio, en la transcripción, el relato del viaje se inicia en la tercera página porque Mansilla añade un largo párrafo dedicado al Coronel Lucio Norberto, su padre o “Tatita,” como lo llama desde la infancia—, que abarca las primeras dos páginas:

          Mi querido Tatita: No solo por cumplir con una recomendación de Ud. y llenar un deber, como es, pasar mis horas de ocio en algún ejercicio agradable e instructivo es que me propuse llevar un diario durante mis viajes; sino con la idea de yo mismo tener algún día una memoria de ellas más primitiva e indeleble que la que puedo conservar en mi imaginación, cuando llegue a la edad en que las facultades intelectuales parecen debilitarse a medida que la fuerza física falta al hombre y edad en la que el recuerdo de las dulces impresiones recibidas en la juventud llenan el corazón de inefable contento y satisfacción. Mi primera idea al comenzarlo fue de enviárselo a Ud y hoy al someterlo a su buen juicio, solo tengo el sentimiento de que no sea una cosa bastante digna de ocupar su atención; sin embargo espero Sr. que Ud será indulgente y franco con su humilde hijo, que al ocuparse de este pequeño trabajo no ha estado poseído sino de la mejor voluntad y deseo de agradar a un padre tan digno de emulación y respeto como Ud. 

          El temor del joven viajero de haber escrito algo poco digno del interés de su padre refleja la temprana intuición del escritor que, al pasar en limpio el manuscrito, toma conciencia de lo que repetiría, muchos años más tarde, en el comienzo del relato “Recuerdos de Egipto”

          De todos los escritos de Lucio V. Mansilla, podemos nombrar un número importante que se nutrió de manera directa de las experiencias vividas en su primer viaje. Por este motivo, el manuscrito se nos presenta como una caja de resonancia cuyos ecos han vibrado de múltiples maneras. En primer lugar, nos referiremos a la causerie "¿Porqué . . . ?” (Entre Nos 20-62), ya que trata acerca de las circunstancias que llevaron a Mansilla a realizar un viaje tan prolongado con destinos tan remotos. El texto, dirigido al Dr. Carlos Pellegrini, se dilata en extensas digresiones durante cinco jueves con el evidente propósito de generar expectativa en el lector antes de revelar los verdaderos motivos del prematuro exilio.

          En el manuscrito que estudiamos, no hay ni una sola alusión directa a los motivos del viaje; pero el tono melancólico, la reflexión tenazmente repetida de la importancia de recordar o amar a la familia por sobre todas las cosas y la angustia por la distancia impuesta a causa de silenciadas imprudencias son una constante y llegan a establecer una atmósfera, una monotonía difícil de quebrar, sobre todo a lo largo de las ciento veintidós páginas que ocupa la crónica de la travesía transatlántica hasta la India. Creemos que el tono general de esta parte del relato se debe al pesar que Mansilla sentía por saberse desterrado de su casa y de su patria. En ningún momento, se muestra entusiasmado por la aventura que está emprendiendo, ni ávido de nuevas experiencias. Por el contrario, lamenta la distancia con sus seres queridos y los malestares físicos- náuseas y dolores de cabeza - lo perturban de tal manera que a veces le impiden realizar lo único que parece disfrutar durante el viaje: leer libros y escribir en su diario.

          El primer viaje de Mansilla fue decisivo en la construcción de su imagen. Le dio al personaje político y militar, pero sobre todo al escritor, el encanto propio de los que han visto lo que otros sólo han podido imaginar. La importancia de este diario de viajes, escrito durante un largo exilio, radica en su poder documental: es el primer paso en la vida literaria de Mansilla y también el primer testimonio de una serie de viajes por el mundo que no tendrá un final voluntario, pues la muerte detendrá a nuestro viajero en París, en 1913. Como queda demostrado aquí, este manuscrito constituye, ante todo, una fuente inagotable de ecos que resonarán cada vez que un lector ponga los ojos en algunos de los textos mansillanos para perderse entre mares, desiertos, aldeas y pirámides, con el sabor de la pampa en la boca y la irresponsable magnificencia de quien viaja acompañado de un baúl con veinte mil libras esterlinas. 

FUENTE: Extracto de un artículo de María Laura Pérez Gras, titulado: Los ecos del primer canto. El diario de viajes de Lucio V. Mansilla y las relaciones intertextuales con su obra posterior. Decimonónica. Volumen 6, Número 2, Verano 2009.





El calientapiés de la casa de Mansilla

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Los niños de la familia Mansilla se despertaban a las ocho de la mañana cuando una de las morenas que servía en la cocina gritaba “¡Ya ha venido el lechero!”. El anuncio coincidía con la voz maternal: “Niños, ya es hora de levantarse, arriba”. Luego de rezar sus plegarias, Lucio y Eduardita se vestían y tomaban un vaso de leche con espuma (el pan estaba interdicto por sus padres, higienistas). Desde la cama Agustina Rosas, la princesa de la Federación, dirigía las operaciones: los niños debían ir a pedir la bendición con los brazos cruzados, mostrar dientes y uñas y decir una oración (la predilecta era el Avemaría, por su brevedad). A continuación, las lecciones. Palotes, fábulas y recitados de versos: “Un oso con que la vida ganaba un piamontés”.

La campanilla de alambre los liberaba del estudio: sonaba una campanada a las ocho y media o nueve, hora del almuerzo, y dos con intervalos a las cuatro y media o cinco, anunciando la cena. Los horarios eran dictados por el sol y las estaciones, ya que la luz de vela era cara y escasa. Se usaban unas velas de sebo, provenientes de un molde, conocidas como “velas de esperma” (luego fueron llamadas, más discretamente, de estearina). Las lámparas o quinqués, alimentados con un aceite que impregnaba el ambiente de un aroma muy intenso, no se veían muy a menudo. En verano la casa Mansilla solía estar casi en tinieblas, sin más luz que la de la luna, pero los días festivos se colgaban de los balcones unos candilejos de barro cocido alimentados con grasa de potro.

Al escuchar la campanada del almuerzo los niños corrían de la mano a la mesa, donde tenían prohibido hablar o pedir ración doble de puchero o de bisteque, una carne frita en grasa con tomate y cebolla. El postre a veces provenía de los morenos pasteleros que vendían de casa en casa unos pasteles deliciosos y calentitos, cubiertos con un género de algodón para conservar el calor. Cuando caía granizo en abundancia se recogía una buena cantidad para hacer helados de leche y huevo con canela. Los niños colaboraban en la tarea de mover el cilindro para elaborarlo, una gran diversión.

La cena era muy esperada no tanto por el arroz a la valenciana, los sesos o el guiso de garbanzos como por los entremeses de aceitunas, sardinas y salchichón y el postre de fritos de papas con huevo y harina espolvoreados con azúcar. La comida predilecta del tío Juan Manuel era la molleja, asada o guisada. Y la de toda la familia, los pichones de lechuza o de loro.

La futura escritora Eduardita Mansilla comenzó sus estudios en la escuela de misia Candelaria Soria, una señora salteña muy respetable que había situado un establecimiento para niños pequeños en la calle Cangallo. Si bien Eduardita aprendía con facilidad los primeros rudimentos de las letras, su atención era interrumpida a menudo. Cada vez que su hermano Lucio era castigado, cosa que ocurría todos los días, ella no podía dejar de llorar. Quería estar a su lado cuando lo ponían en penitencia, y si el castigo consistía en pararse con los brazos en cruz, ella también se colocaba en posición de crucificada. Si Lucio era enviado al “cuarto de las pulgas” ella se afanaba en acompañarlo y lloraba hasta que lo ponían en libertad. Los castigos eran tan frecuentes que misia Candelaria desaconsejó que siguieran estudiando juntos en la misma escuela.

Por las mañana los llevaba el tío Tomás, que no era un tío sino un viejo mulato que trabajaba al servicio de la familia en términos de una encubierta esclavitud. Si había llovido y la calle estaba embarrada, Eduardita iba sobre uno de los hombros del tío Tomás y Lucio sobre el otro, y si aún caían gotas él se las ingeniaba para cubrirlos con un paraguas colorado. Cuando no había escuela se decretaba “día de amasijo”. Los niños se internaban en el cuarto de la plancha, donde se fritaban tortas y pastelitos, una delicia. El general Mansilla mandaba llamar a un amigo italiano, el signore Boassi, dueño del almacén de la esquina de Reconquista y Cangallo, para que hiciera ravioles.

La comida caliente era muy bien acogida, porque en los días invernales “se vivía tiritando de frío” recuerda Lucio V. Mansilla en su volumen de Memorias . Los padres sostenían la creencia de que el fuego no era algo saludable, por lo que el calefactor más habitual era el calientapiés de brasas de carbón vegetal, aunque el más disputado, y esto sucedía en muchas casas patricias, era el pelado , una raza de perro extinguida que hacía su turno en las camas de la familia.

Fuente: Diario "Clarin" de Buenos Aires, edición impresa, domingo 2 de septiembre de 2012.

DR. MANUEL JOSÉ GARCÍA. Su actuación pública. Una visión histórica objetiva.

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Manuel José García Ferreyra
1784-1848
En la comprensión de la historia no nos corresponde a nosotros criticar ni incurrir en actos de vindicación de los hombres y mujeres a los que les cupo una responsabilidad. Si hemos de ser justos observadores habremos de comprenderlos en su contexto real partiendo de la nobleza y dignidad propia de la condición humana.

Comprender es adentrarse en el misterio del pasado; es leer sus signos, sus tendencias, sus desafíos, las razones que los motivaban, y también, por qué no, sus ambiciones, rivalidades y temores. Hay otros tópicos que se me escapan y que son imposibles de reseñar en un pensamiento que trata de ser fruto noble de los hechos que he podido leer acerca del comienzo de nuestra historia común cuyo origen se ha situado en la batalla de Perdriel del 1° de agosto de 1806, cuando el heroico pueblo de Buenos Aires se hizo cargo de su destino y enfrentó al ejército invasor del Sr. Comandante Williams Carr Beresford.

Los sucesos de mayo de 1810 reconocen a partir de allí su propio contexto. Se había expelido dos fuerzas descomunales haciendo germinar el sentido de la propia responsabilidad por forjar un destino. En él se inserta la historia de los hombres a los que los animaba ser “absolutamente libres o definitivamente esclavos”. No hubo un término medio; si habrá habido quienes lo pensaron como una probabilidad aceptable, en atención a los hechos de la península; ciertamente no los criollos quienes fueron los que infundieron el espíritu de la Junta.

El movimiento americanista se hizo de ese ideal, pero más allá del noble objetivo se imponía, además, superar y doblegar a los opresores que en forma inmediata desplegaron su poderío militar, dictaron sentencias de muerte a los cabecillas, y llevaron a cabo acciones de orden disuasivo en los cabildos de las ciudades de tierra adentro, y otras en el difícil e intrincado campo diplomático, que buscaban aislar la comprensión de lo que nos estaba sucediendo, así como evitar que se nos brindaran apoyos de parte de naciones libres que si miraban con simpatía el despertar de los nacionalismos como medio de quebrar el oprobioso régimen que hizo de estas tierras una mera factoría.

Juzgar que la américa colonial fue una factoría no es quebrar el primer pensamiento, es sencillamente decir una verdad acallada por siglos, que en sangre y bruteza cobró ingentes tributos a toda américa. Y es por ello que el ideal de libertad no es ajena a los excesos de la administración colonial.

Constituirse en nación, era como vimos y más allá del proceso de seis años que demandó proclamarla, fue el fin primordial desde el inicio pero, traspuesto ese umbral: de levantar a la faz de la tierra una nueva y gloriosa nación, quedaba la más ardua tarea de coronar su sien de laureles, y a sus plantas rendir a un león. ¿Poesía? ¡No! pura verdad.

¿Qué no hicieron nuestros próceres, a qué no se aventuraron? ¿No lo vemos a Belgrano, a Moreno, a San Martín y a tantos otros héroes indiscutidos, e indiscutibles?

¿Qué le restó dar al Pueblo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, en pos de su causa común?

Pero no todo se dirimió en el campo de batalla. Tantos o más peligros hubieron de enfrentarse al ritmo de los acontecimientos del viejo continente.

Reducir la gesta americanista a las campañas militares es cercenar el contexto, y omitir de apreciar otras cuestiones que hemos visto que gravitaron, y fundamentalmente el giro de la cosmovisión a que se dispusieron esos héroes intrépidos: no hubieron distancias, ni obstáculos que no se enfrentaran, y lo hicieron en la convicción de su dignidad, señorío y merecimiento de la libertad que anhelaban.

Al enemigo español de entonces, que no pasaba de ser un reino privado de su dignidad y sumergido en una terrible crisis interna, se sumaban como peligros en ciernes los proyectos expansionistas del reino lusitano emigrado al Brasil, que se extendía a la costa norte del Río de la Plata y las provincias mesopotámicas.

Hubo entonces una batalla más que librar en el orden diplomático que fue la obra de pocos preclaros de la época, y muy especialmente de uno solo al que los misteriosos y caprichosos caminos de su vida desviaron de su vocación hacia la vida privada.

Hablar de diplomacia con palabras mayúsculas en el despertar de la patria, es traer a la memoria de todos a don Manuel José García, abogado, veterano voluntario del regimiento de Cantabros que regía su padre, el Coronel don Pedro Andrés García, que tan valientemente se batió el 5 de julio de 1807 con las fuerzas del Gral. Craufurd, y del Cnel. Holland en Santo Domingo. La vocación por su profesión de abogado obtenida en Chuquisaca, lo habían afincado en la localidad de Chayanta de la provincia del Alto Perú, y desde allí fue un agudo observador del medio y del sistema que lo agobiaba que él pondría sus fuerzas en cambiar.

Servir a la patria para esa generación no era una opción, sino un deber de dignidad, y mal visto estaba poner un reparo personal cuando el pueblo entero estaba empeñado en su gesta.

Manuel José García lleva en sus alforjas el recuerdo de largos caminos, una vida compartida en el afecto con su padre, y sus méritos intelectuales obtenidos en Chuquisaca: era en si mismo un claro exponente de la generación de 1810.

Supo servir con la pluma, en el idioma diplomático, y sostener un frente que 10 años después mereció que se lo afrontara con la decisión de las armas. Su acción diplomática mereció el elogio del Secretario del representante designado por el país del norte, y exploró las alternativas de unidad hasta el máximo de lo posible, y cuando cedió lo hizo como reconocimiento de que una misma expresión de patria en las dos riberas resultaban inconciliables. Pensamiento que tras casi dos siglo sigue siendo vigente y acertado. No nace o se parte una nación porque un hombre lo quiera; nace o se parte porque la realidad se impone.

Sin el esfuerzo de Manuel José García en la Corte de Río de Janeiro la declaración de la independencia habría resultado una declamación frente a un ejército de 10.000 hombres internado en el Río de la Plata, y la cabeza de la revolución quemada. Eso prometieron y eso hicieron cuando el ejército del Gral. Morrillo no pudo llegar al Plata fruto de la eficacia de García en el Janeiro, y se dirigieron a Colombia y Venezuela.

Ganada la independencia, los otros afanes de Manuel José García fueron la consolidación de la paz en la región y la concreción del proceso constitucional, a los que consideraba bases indispensables del progreso y la felicidad del pueblo. Por 20 años abocó sus esfuerzos tras la consecución de dichos fines posponiendo cualquier beneficio personal frente al menor interés de su patria. Así le había enseñado su padre. Así fueron sus amigos y compañeros de ventura.

Si no se concretaron dichos fines y él no los llegaría a ver, supo siempre que en la larga y penosa cuesta que estaba transitando su patria, buenos y sólidos peldaños los había colocado él desde la soledad y la incomprensión de muchos de sus coterráneos.

A 200 años debemos leer la historia y, de pie e inclinada la frente ante la dignidad de esos magnos próceres, recibir sin beneficios el legado que nos dejaron en pos de trabajar para que el sueño americano no se extinga.

Fuente: Doctor Ignacio Uriburu Montes.





LUCIO VICTORIO MANSILLA. Postales de la belleza exótica.

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La editorial Corregidor publicó el  Diario de viaje a Oriente (1850-1851), texto que permanecía inédito, en el que el autor de Una excursión a los indios ranqueles describe sus impresiones en tierras lejanas con una rara mezcla de agudeza y candor.

Calcuta

Noviembre 15
A las 12 del dia desembarqué en Calcuta, y como la unica ciudad que he visto despues de mi querido Buenos Aires, es esta, ha llamado muchisimo mi admiracion: las casas son tan hermosas, el lugar donde desembarqué dominaba la ciudad, presentando una deliciosa perspectiva y aunque en la orilla del rio y no en el centro de la ciudad, se veia tanta divercidad de trages, tantos tipos distintos que no pude contemplar este cuadro tan nuevo para mi; sin esperimentar una ligera emocion ¡Cuan feliz me hubiera encontrado, si hubiese podido admirar este hermoso pais, rodeado de mis padres y hermanos!

Calcula en 1845
A las 2 de la tarde llegué á casa de Mess Foster Royers &Cº. y de alli me dirigí á la del consul Frances, mui desconsolado; pues al haberme dicho, que no se llamaba Mr. Lefebre, sino Dube desvaneció la idea que traia de encontrar en esta á mi tia Nieves, amiga tan querida de mamita; pero gracias á Dios Dub [sic] - era el segundo apellido de Mr. Lefebre y tuve el placer de abrazar á una, persona que en mis tiernos años, me habia tenido en sus brazos, y que me prodigó tantas atenciones, que su bondad será siempre acreedora á mi cariño y agradecimiento -

El resto del dia lo pasé con ella; hablando de mi querida patria - [...]

Enero 8

A bordo del vapor Hindostan

Despues de haber estado 2 meses y medio en Calcuta y puesto que me he propuesto llevar un Diario durante mis viages voi ahacer una descripcion de esta Ciudad -

Calcuta - Es la ciudad principal de la provincia de Bengala y la Capital de las posesiones Britanicas en las Indias Orientales, esta situada en 22º 33' latitud N. y 86º longitud E. á 100 millas; del mar y en la orilla izquierda del brazo occidental, del rio Ganges comunmente llamado por los Europeos, rio Hoogly y el unico que los buques de mucho calado pueden remontar hasta una gran distancia de su embocadura; su navegacion es peligrosa por la innumerable cantidad de bancos que segun dice varian todos los años y la hacen imposible su navegación sin un practico -

Calcula en 1860
[...]

No hai veredas y si hubiesen de mui poco uso serian; solo los indios y esto los mui pobres andan a pie. El sol es horrorosamente ardiente, no se puede uno esponer á él sin esperimentar bien luego un fuerte dolor de cabeza ó una fievre-

Los negociantes y mercaderes se componen de diversas clases á saber; los Ingleses y otros Europeos, los Portugueses nacidos en la India, los Armenios, los Griegos, los Judios, los Persas de la Costa del Golfo, comunmente llamados parias, los Mongoles, los Mahometanos, de la India y los Hindues; propiamente hablando estos últimos pertenecen generalmente á la casta basiana ó mercaderista y son nacidos en la provincia de Bengala. La poblacion de Calcuta se evalua al presente en mas de 600.000 habitantes, esto es mui incierto; pues es imposible saber cuantas personas componen una familia porqué los Indios, rehusan, por una especie de supersticion, decir cuantos hijos tienen.

Los Europeos, viven mui retirados, poco se visitan; las personas cuando no tienen intimidad, no se ven sino pr. medio de comidas: asi es que, la primer cosa que recibe un estrangero cuando llega, es una invitacion, para comer -- Es mui fácil proporcionarse relaciones en Calcuta; pues cada uno puede dejar su carta, en una casa cuya familia no conoce; hai la seguridad de ser recibido; pero tambien la de no ser nunca visitado por el dueño de casa, no por desprecio; sino porque asi es la amable cortesania Inglesa - A causa de la religion de los Indios que no permite á todos hacer los mismos oficios; en ninguna casa se encuentran menos de diez criados; esto es cuando son pobres, en una rica nunca bajan deveinte y cinco ó treinta. No hai mas diversiones que un paseo publico donde se vá todas las tardes en carruage ó acaballo - En el invierno, cuando no hace mucho calor en la tarde bien se podria caminar apié; mas los Ingleses, creo yo, pretenden perder en su casta si se pasean a pié - No hai ningun teatro. [...]

El Rio Ganges, Indía en 1860
Usos y costumbres de los Indios - Estos son generalmente altos, bien formados, inteligentes; pero serviles y bajos hasta el último grado. Estan divididos en diferentes clases ó castas, profesando todos la religion idolatra, aunque bajo diferentes formulas [?] La última clase es mui pobre, los Europeos, la hacen trabajar como animales [...]

En El Cairo

Marzo 14

Cairo es una ciudad perfectamente oriental, en ella no se encuentra como sucede en la India una mezcla de Europeo y Oriental, aqui todo es original y el viagero al contemplar la irregularidad de las calles, la arquitectura de los edificios y mezquitas y la elegancia de los trazos y la magestad con que marchan estas bellas mugeres que cubiertas enteramente solo esponen a las avaras miradas del hombre, dos bellos ojos, negros llenos de animacion y de vivacidad, siente un deleite inesplicable. En algunos Baazares, es tanto el movimiento y cantidad de gente que mui dificilmente se puede andar, hai en ellos infinidad de muchachas con borriquillos y si sucede que si os pillan ápie, os gritan, tanto Hhamâr [burro], y tanto os apretan entre todos que, os impiden caminar y os obligan á montar en un burro pequeñito como un carnero sobre el que se hace á mi modo de ver la figura mas ridicula - Hai pocos carruages; pues la costumbre es tanto las mugeres como los hombres montar un borriquito- Las mugeres Egipcias van generalmente enorquetadas - Hai en Cairo, muchos cafées estan siempre llenos de gente y unos de los mayores placeres de las Arables, es una pipa y una tasa de café, que concluiran, sin moverse o hablar una palabra [...]

El Cairo en 1860
Nostalgias de un porteño en Roma
Abril 12 y 13, 14, 15, 16

Hoi me encontré con Torcuato Alvear, tuve un gran placer, pues me dio algunas noticias de mi pais - Los que nunca han dejado su pais no comprenden que gusto tan esquisito se esperimenta al encontrar un compatriota y habla de su patria, la tierra madre, es como una querida, mas nos separamos de ella generalmente con la idea de [encontrar] en el estrangero mas alegria mas felicidad, pero así que estamos lejos de ella y recordamos sus encantos, mil delicias que solo se encuentran en ella deseamos volverlo á ver-

La mayor parte de las ciudades que he visto hasta ahora son mas bellas que mi caro Buenos Aires, son mas ricas, mas bellas, mas grandes; pero en - todo el mundo cada enamorado concidera su querida la mas hermosa, y así cada hombre ve su pais el mejor para un Ingles is (sic) nothing is so good as London, para un Frances il n'y a pas qu' un seul Paris au Monde y para un N. Americano every thing good is in N. York or Boston - para mi nada hai en el Mundo como la Alameda de mi pais, reconozco que hai muchos muchisimo superior a ella, pero aunque me gustan, sin embargo no me gustan tanto.

Roma en 1855
Minucioso trabajo en equipo.

La edición crítica del Diario de viaje a Oriente (1850-1851) y otras crónicas del viaje oriental de Lucio V. Mansilla es obra de un equipo dirigido por María Rosa Lojo y conformado por Marina Guidotti, María Laura Pérez Gras y Victoria Cohen Imach y fue realizada en el marco de un Proyecto de Investigación Plurianual del Conicet. Aparece dentro de la nueva colección "Ediciones Académicas de Literatura Argentina (EALA), siglos XIX y XX", de la Editorial Corregidor, dirigida por María Rosa Lojo y codiririgida por Jorge Bracamonte. El volumen incluye además los relatos De Adén a Suez (1855) y Recuerdos de Egipto (1864). En este anticipo los textos se transcriben despojados de notas eruditas pero respetando, como en el libro, la ortografía y redacción originales..

Fuente. Por Lucio Victorio Mansilla.| Diario "La Nación" del viernes 31 de agosto de 2012.. 

La primera batalla por la soberanía

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Juan Manuel de Rosas (1793-1877)
Más allá de las polémicas que afortunada y deseablemente sigue despertando una figura tan interesante y clave de nuestra historia como la de Rosas, quizás uno de los aspectos más positivos de su gobierno haya sido el de la defensa de la integridad territorial de lo que hoy es nuestro país. Debió enfrentar conflictos armados con Uruguay, Bolivia, Brasil, Francia e Inglaterra. De todos ellos salió airoso. Compartía con los terratenientes bonaerenses la seguridad de que el Estado no podía entregarse a ninguna potencia extranjera. No había tanto en Rosas y sus socios políticos y económicos una actitud fanática que se transformara en xenofobia ni mucho menos, sino una política nacionalista pragmática que entendía como deseable que los ingleses manejasen nuestro comercio exterior, pero que no admitía que se apropiaran de un solo palmo de territorio nacional que les diera ulteriores derechos a copar el Estado, fuente de todos los negocios y privilegios de nuestra burguesía terrateniente.

En el Parlamento británico se debatía en estos términos el pedido brasileño y de algunos comerciantes ingleses para intervenir militarmente en el Plata para proteger sus intereses: "El duque de Richmond presenta una petición de los banqueros, mercaderes y tratantes de Liverpool, solicitando la adopción de medidas para conseguir la libre navegación en el Río de la Plata [...] El conde de Aberdeen (jefe del gobierno) dijo que se sentiría muy feliz contribuyendo por cualquier medio a su alcance a la libertad de la navegación en el Río de la Plata, o de cualquier otro río del mundo, a fin de facilitar y extender el comercio británico. Pero no era asunto tan fácil abrir lo que allí habían cerrado las autoridades legales. Este país (la Argentina) se encuentra en la actualidad preocupado en el esfuerzo de restaurar la paz en el Río de la Plata [...]; perderíamos más de lo que posiblemente podríamos ganar, si al tratar con este Estado, nos apartáramos de los principios de la justicia. Pueden estar equivocados en su política comercial y pueden obstinarse siguiendo un sistema que nosotros podríamos creer impertinente e injurioso [...], pero estamos obligados a respetar los derechos de las naciones independientes, sean débiles, sean fuertes" (1). 

Reina Victoria (1819-1901)
Se ve que el gobierno de Su Graciosa Majestad decía una cosa y hacía otra, porque en la mañana del 20 de noviembre de 1845 pudieron divisarse claramente las siluetas de decenas de barcos. El puerto de Buenos Aires fue bloqueado nuevamente, esta vez por las dos flotas más poderosas del mundo, la francesa y la inglesa, históricas enemigas en la Guerra de los Cien Años y en las campañas napoleónicas que debutaban como aliadas en estas tierras. El canciller Arana decía ante la Legislatura: "¿Con qué título la Inglaterra y la Francia vienen a imponer restricciones al derecho eminente de la Confederación Argentina de reglamentar la navegación de sus ríos interiores? ¿Y cuál es la ley general de las naciones ante la cual deben callar los derechos del poder soberano del Estado, cuyos territorios cruzan las aguas de estos ríos? ¿Y que la opinión de los abogados de Inglaterra, aunque sean los de la Corona, se sobrepondrá a la voluntad y las prerrogativas de una nación que ha jurado no depender de ningún poder extraño? Pero los argentinos no han de pasar por estas demasías; tienen la conciencia de sus derechos y ceden a ninguna pretensión indiscreta. El general Rosas les ha enseñado prácticamente que pueden desbaratar las tramas de sus enemigos por más poderosos que sean. Nuestro Código internacional es muy corto. Paz y amistad con los que nos respetan, y la guerra a muerte a los que se atreven a insultarlo" (2). La precaria defensa argentina estaba armada según el ingenio criollo. Tres enormes cadenas atravesaban el imponente Paraná de costa a costa sostenidas en 24 barquitos, diez de ellos cargados de explosivos. Detrás de todo el dispositivo, esperaba heroicamente a la flota más poderosa del mundo una goleta nacional.


Lucio Norberto Mansilla  (1789-1871)
Aquella mañana el general Lucio Norberto Mansilla, cuñado de Rosas y padre del genial escritor Lucio Víctor, arengó a las tropas: "¡Vedlos, camaradas, allí los tenéis! Considerad el tamaño del insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra Patria, al navegar las aguas de un río que corre por el territorio de nuestra República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos. ¡Pero se engañan esos miserables, aquí no lo serán! Que treme el pabellón azul y blanco y muramos todos antes que verlo bajar de donde flamea". Mientras las fanfarrias todavía tocaban las estrofas del himno, desde las barrancas del Paraná nuestras baterías abrieron fuego sobre el enemigo. La lucha, claramente desigual, duró varias horas hasta que por la tarde la flota franco-inglesa desembarcó y se apoderó de las posiciones criollas. La escuadra invasora pudo cortar las cadenas y continuar su viaje hacia el norte. En la acción de la Vuelta de Obligado murieron doscientos cincuenta argentinos y medio centenar de invasores europeos.

Al conocer los pormenores del combate, San Martín escribía desde su exilio francés: "Bien sabida es la firmeza de carácter del jefe que preside a la República Argentina; nadie ignora el ascendiente que posee en la vasta campaña de Buenos Aires y el resto de las demás provincias, y aunque no dudo que en la capital tenga un número de enemigos personales, estoy convencido, que bien sea por orgullo nacional, temor, o bien por la prevención heredada de los españoles contra el extranjero, ello es que la totalidad se le unirán [...]; estoy persuadido será muy corto el número de argentinos que quiera enrolarse con el extranjero; en conclusión, siete u ocho mil hombres de caballería del país y 25 o 30 piezas de artillería volante, fuerza que con una gran facilidad puede mantener el general Rosas, son suficientes para tener en un cerrado bloqueo terrestre a Buenos Aires".

Juan Bautista Alberdi ( 1810-1884)
Juan Bautista Alberdi, claro enemigo del Restaurador, comentaba desde su exilio chileno: "En el suelo extranjero en que resido [...] beso con amor los colores argentinos y me siento vano al verlos más ufanos y dignos que nunca. Guarden sus lágrimas los generosos llorones de nuestras desgracias: aunque opuesto a Rosas como hombre de partido, he dicho que escribo con colores argentinos [...] No me ciega tanto el amor de partido para no conocer lo que es Rosas bajo ciertos aspectos. Sé, por ejemplo, que Simón Bolívar no ocupó tanto el mundo con su nombre como el actual gobernador de Buenos Aires; sé que el nombre de Washington es adorado en el mundo pero no más conocido que el de Rosas; sería necesario no ser argentino para desconocer la verdad de estos hechos y no envanecerse de ellos".

El embajador norteamericano en Buenos Aires, William Harris, le escribió a su gobierno: "Esta lucha entre el débil y el poderoso es ciertamente un espectáculo interesante y sería divertido si no fuese porque [...] se perjudican los negocios de todas las naciones". Los ingleses levantaron el bloqueo en 1847, mientras que los franceses lo hicieron un año después. El tratado definitivo de la Confederación con Inglaterra, la convención Arana-Southern, se firmó el 24 de noviembre de 1849. El gobierno inglés se obligaba a "evacuar la isla de Martín García". Por el artículo 4º, el gobierno de su Majestad reconocía "ser la navegación del Río Paraná una navegación interior de la Confederación Argentina y sujeta solamente a sus leyes y reglamentos, lo mismo que la del río Uruguay en común con el Estado Oriental".

Recién en 1850 quedaron normalizadas las relaciones con Inglaterra y Francia. Los bloqueos impusieron sacrificios a los sectores populares pero no tanto a los estancieros, financistas y grandes comerciantes. Estos grupos disponían de importantes reservas para sobrellevar los malos tiempos y de ventajas de todo tipo, entre ellas impositivas, como señalaba un publicista de la época: "El dueño de una estancia de treinta mil cabezas de ganado [...] podrá cancelar su cuenta corriente con el erario entregando el valor de cuatro novillos [...] La contribución anual de un propietario de primer orden iguala, pues, a la de un boticario, un fondero, o el empresario de un circo de gallos, sin más diferencia que el primero paga a la oficina de contribuciones directas, mientras los demás lo hacen en la de patentes" (3).

(1)Parlamentar y Debates, 27 de junio de 1845.

(2)Arana, Enrique, Rosas en la evolución política argentina, Bs.As., Instituto Panamericano de Cultura, 1954.

(3)John Lynch, Juan Manuel de Rosas, Bs.As., Emecé, 1984.

FUENTE: Felipe Pigna. Diario Clarin de Buenos Aires.

Agustina Ortiz de Rozas evocada por Rubén Dario.

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LA SEÑORA DE MANSILLA 

Agustina Ortiz de Rozas de Mansilla
1816-1898
¿ En donde están nuestros artistas curiosos o apasionados de belleza que dejen para los Niel, ó para los Goncourt que podamos tener en lo porvenir, siquiera en rápidos pero reveladores apuntes, la nota principal de gracia que anime ante las generaciones del futuro a las gentiles damas, a las únicas reinas nuestras, que desaparecen después de la victoria de la primavera.

La muerte de la señora Rozas de Mansilla hace pensar en la pobreza natural a tal respecto en nuestras naciones nuevas y democracias incipientes. Doña Agustina, una de las reinas de Beldad, americanas, habría merecido los tiempos y las artes de un Fragonard, de un Boucher, de un Chardin. En el siglo décimosexto francés tendría su puesto en esos delicados y deliciosos crayons que son hoy gala de las colecciones; y los miniaturistas del décimoctavo no habrían dejado de fijar sobre el más fino de sus trabajos, perfil tan soberbiamente encantador.

No he visto a la ilustre señora en su regia ancianidad, y jamás tuve la honra de su trato. Me la indicaron una noche, en el teatro azul del Pabellón. Estaba en las cercanías de los ochenta años. Había en la sala gran número de lindas damas. Ella, nevada de tiempo, no necesitaba sino de su presencia para hacer observar el imperio de la aristocracia. Era la douairière (1) que sustentaba aún en su inclinación crepuscular, el oriente de la antigua Margarita. Entre la floración reciente, guardaba la virtud indestructible de su encanto; entre tanta fresca vida, entra tantas encarnaciones de una estética forma humana que cada día se transfigura y se matiza en el beso de las razas bajo el sol argentino. Me aparecía como una abadesa feudal de la hermosura, que mantuviese el tipo gentilicio en la soberanía de la pureza clásica. En mi mal informada imaginación vibró el choque de un extraño contraste, cuando un cicerone amable me instruyo. “Es la hermana de Rozas”

No se comparecía, para mí, la aristocrática persona de aquella blanca marquesa extraída de un pastel de galería nobiliaria, con la soñada terrorífica faz del “gaucho salvaje de la pampa ruda”, entrevista allá lejos en mis primeros años, en las imprecaciones del poeta Mármol. No había aún admirado en casa del general Mansilla, un retrato de Juan Manuel que dice, como él, cesáreo y terrible dominador, era uno de los hombres más hermosos y bizarros de su época. Doña Agustina aquella noche mostraba el rostro inconmovible al tiempo, de un suave esplendor, de una de esas frescuras inmortales que por don de la divina Juvencia aun perfuman la historia con esos nombres que pareces nombres de rosas: Popeas y Ninones, Isabeles y Dianas. En su blancura mate se diluía una gota de aurora; y se ceñía á la frente escultural el casco de plata de una cabellera cuyo orgullo era la regia coquetería de aquella pregunta vana de una familia de bellezas. 

Abanico de Agustina Ortiz de Rozas de Mansilla, donada
por Jovita García-Mansilla al Museo Provincial Enrique Udaondo.

En verdad, no era ni podía ser una belleza americana. Los primitivos tipos nuestros no dan á la mente de los artistas idealizadores sino mediocres Marinas, Liropeyas y Pocahontas, más afines con madame Chrisanteme que con una beldad de raza blanca. El tipo de base indígena con injerto europeo ha formado un especial modelo que se mejora y purifica en el tiempo, pero que señala su origen reciente. 

Doña Agustina era de purísima extracción, de principal alcurnia: todo el orgullo de las infanzonas y ricas hembras de las viejas Españas se siente rodar entre las sílabas de estos dos nombres, los de sus padres: Don León Ortiz de Rozas y doña Agustina López de Osornio. En el libro curioso y de innegable mérito que ha publicado el general Mansilla (2) sobre su tío Rozas, se encuentra el origen de donde brota esta sangre rica y fecunda que ha dado a la República Argentina regalos de valor, de gentileza, de arte, de inteligencia, y á la América su mayor tirano. La distinción inconfundible, la suprema imposición de un linaje de siglos, esa especie de dandismo femenino que al solo presentarse a nueva vista una alta dama manifiesta su legitimidad, ese algo con que “se nace” tan solamente, inadquirible como el talento y el carácter, se veía en el gesto de la señor, é irradiaba a cada movimiento, como la faceta en la gema de la joya. 

Agustina Ortiz de Rozas con su hija Eduarda
Mansilla de García, miniatura de Fernando
García del Molino. Año 1836, propiedad de la
familia García-Mansilla
En la intimidad, según los que la conocieron, su ingenio, también herencia familiar, se encendía y chispeaba. Tenía, dicen, el botonazo infalible y la riposta inmediata. Una persona de su familia me informa, me habla de su afecto por el lujo artístico de su casa; de los bibelots (3), de su gusto por la vajilla de plata. Esto hacer recordar a lo que escribe el general de su abuela, la otra Agustina: “El lujo de doña Agustina (en la mesa) consistía en la pulcritud del mantel y limpieza de los cubiertos de plata maciza” Tenía la pasión de los espejos. Ese narciso del otro sexo amaría la múltiple reproducción de su figura. Gustaba asimismo de las pieles y de los encajes y sedas. Son famosas entre sus amigas las pastillas perfumadas de sus sahumerios, de un perfume único, cuyo secreto solo ella conocía. Quería que en su casa hubiera muchas plantas y flores. Su frasco de sales era de oro puro. Ya veis que todo eso tiene lo que llama Mallarmé:“le charme des choses fanées” Es el pasado encanto, que aleja más y más cada día. Puede afirmarse que en nuestro continente jamás ha conservado por tantos años una mujer el prestigio de su belleza como en el caso de esta noble dama, en esto renovadora del milagro de Ninón. 

¿Cuál ha sido su método? No por cierto la leche la leche de las asnas romana. Me aseguran que aconsejaba á sus jóvenes amigas la abstención de los baños fríos. Amaba el ópalo del agua de Colonia. Nunca su cabello cambió de color, ni fue amiga de los afeites de última hora. Era clásica en la cultura de sus gracias y en la ornamentación de su maravillosa viviente estatua. A tales dones se juntaba una generosidad de estirpe. Como su marido el general y su hijo el General, así esa a ese respecto. “Jamás a mi tía abuela, me afirma un sobrino, le faltaba largueza”

El tirano tenía gran afecto a su hermana Agustina “Agustinita”

Se sabe que las cartas de ella a don Juan Manuel, después de la partida a Inglaterra, forman un grueso volumen y son de un interés que no necesita demostración. ¿Aparecerán algún día? Creo que estaríamos más cerca de madame Dudeffaud que de madame Sévigné. Las monadas sentimentales y los mimos encintados de color de rosa no deben de esperarse en una dama que guardaba en el estuche de su precioso cuerpo una alma fina y acerada como un arma antigua.

Ahora sería de averiguar por los que pueden hacerlo, su iconografía. ¿Cuántos retratos suyos existen desde que en la fragancia de sus primeros años enloqueció a la juventud de Buenos Aires, hasta cuando ya la abuela, madre de abuelos, recibía el homenaje de los actos mundanos á su inmarcesible é imperiosa supremacía? Yo he de guardar como una visión de nobleza y de pulcritud –en el sentido latino de la palabra- la figura de esa reina desaparecida; y creería no haber cumplido con un deber de arte, y no me juzgaría digno de volver a casar dos rimas armoniosas, si no saludara en su partida al paraíso de las princesas, á la que encarnó aquí la sagrada Eurituria amada de los dioses, y pudo recoger con gesto de orgullo la manzana de Paris: “Á la más hermosa”

(1) Viuda de la clase noble.
(2) Lucio Victorio Mansilla. Rozas. Ensayo Histórico-Psicológico. Garnier Hermanos, París. 1898
(3) Objeto curioso.

FUENTE: Rubén Darío. El tiempo de Buenos Aires. Año 1898

Un merecido homenaje a Lucio Norberto Mansilla en Tonelero, en la localidad de Ramallo, Provincia de Buenos Aires.

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En la mañana del sábado 15 de junio ppdo. se realizó un acto organizado por la Municipalidad de Ramallo en el paraje Tonelero, donde se descubrió un monumento al General Lucio Norberto Mansilla, militar y figura destacada de la Guerra del Paraná y se impuso también su nombre al camino de acceso al paraje. 

Estuvieron presentes el intendente Sr. Walter Ariel Santalla, la Directora del Museo Municipal, Museóloga Elsa Machado; funcionarios del gabinete municipal, concejales, consejeros escolares, el Secretario del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Dr. Oscar Denovi, como así también representantes del Instituto Browniano Delegación San Nicolás; Javier Obligado descendiente del poeta Rafael Obligado; ex combatientes de Malvinas, integrantes de la agrupación "Patricios de Vuelta de Obligado" y vecinos del lugar, entre otros.

Al inicio fue descubierto el monumento al General Mansilla, elaborado por la firma Palau siendo su autor Juan Ignacio Pistone Palau, nieto del escultor Antonio Daniel Palau, quien contó que ya son tres los monumentos del General Mansilla en la Argentina, el primero de ellos está en Vuelta de Obligado, el segundo emplazado ahora en Ramallo y el tercero será instalado próximamente en Punta de Quebracho. 

Uno de los invitados especiales al acto fue el secretario del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Dr. Oscar Denovi, quien dijo: “estamos recordando un hecho histórico del siglo XIX como fue Vuelta de Obligado y la resistencia subsiguiente que motivó el nombre de Guerra del Paraná. Aquella batalla, por muchos años fue disminuida por algunos historiadores a nombre de combate y aunque una batalla es un combate, es un combate de características trascendentes por la cantidad de elementos comprometidos en ella, por la envergadura y por la duración que tuvo”, a lo que agregó: “venimos a reparar el olvido, olvido maligno que tuvo la historia argentina, que tuvieron los hombres que escribieron la historia. Precisamente estamos empezando una nueva era en que habrá de conocerse la historia argentina en toda su envergadura y plenitud”. 



Luego fue el turno del Secretario de Desarrollo local, Sr. Hugo Bellocchio quien explicó que el acto fue con el objetivo de darle un monumento a uno de los héroes de la Guerra del Paraná. “Hace mucho que veníamos trabajando este tema, porque nos parecía necesario y porque creemos que esto que estamos haciendo hoy debía pasar porque no puede quedar en el olvido que la Guerra del Paraná lo tuvo al suelo ramallense como protagonista”.

Por último el intendente Walter A. Santalla destacó la ordenanza promovida en el año 1986 por el concejal Víctor Tiveri, mediante la cual se delimitó el sitio histórico y mencionando que el concejal "tuvo la visión de que este lugar era importante en la Guerra del Paraná y en las batallas de la nacionalidad. En aquel momento se sancionó una ordenanza que decía exactamente esto que estamos haciendo ahora: declarar el sitio y precisar el sitio histórico donde hacer el homenaje. Esto no tiene que ver con la casualidad, aquí debe haber sido el lugar porque es la parte más angosta del río y eso tiene mucho que ver con los emplazamientos de la guerra”. El intendente aseguró que “la verdadera importancia de este acto en particular tiene que ver con el rescate de nuestra historia, muchas veces distorsionada, falseada, ocultada y que gracias a Dios vamos pudiendo rescatarla para recordar a aquellos que fueron parte fundamental en la construcción de la nacionalidad" y destacó asimismo "la necesidad que tenemos los argentinos de rescatar a hombres que, como el homenajeado, tenían miras a largo plazo para pensar la patria, con proyección de grandeza, muy contrario a lo que hoy sucede". 



Felicitamos a todas las autoridades y funcionarios municipales, al escultor y a todos aquellos que de una u otra forma han tenido que ver con la construcción del monumento y la realización del merecido homenaje al Gral. Lucio Norberto Mansilla, héroe de nuestra nacionalidad.

Fuente: “El Restaurador” Periódico cultural e independiente de la ciudad de General San Martín ( Ciudad de la tradición) Año 7, número 28. Septiembre de 2013.

Palabras de agradecimiento. Mots de remerciements du général Bertrand Ract Madoux.

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El Jefe del Estado Mayor del Ejército Francés de Tierra
General cinco estrellas Bertrand Ract-Madoux agradece la condecoración recibida.

          Je vous remercie, mon général, pour l’honneur qui m’est fait et auquel je suis très sensible. Par la remise de cette distinction, vous portez une nouvelle fois témoignage de l’estime mutuelle entre nos deux pays.

          J’y suis d’autant plus sensible que je mérite beaucoup moins cette décoration que l’un de mes lointains oncles maternels, le contre-amiral Manuel José Garcia-Mansilla, ancien directeur de l’Ecole Navale de la République Argentine qui fut décoré de la croix de la Légion d’Honneur, le 26 décembre 1878 en raison d’un acte d’une très grande bravoure.

          Jeune aspirant de Marine âgé de 19 ans en formation à l’Ecole Navale de Brest, il n’hésita pas, lors d’une manœuvre par gros temps, à se jeter à la mer au secours d’un autre aspirant tombé par-dessus bord, le sauvant d’une mort certaine. Sans son courage cet homme aurait été abandonné comme s’était souvent le cas à l’époque.

Condecoración y collar entregada por el Jefe del Estado Mayor del
Ejército Argentina, Teniente General Luis Pozzi.

          Le souvenir de cette action d’éclat me permet de rappeler l’ancienneté des liens historiques et culturels qui unissent nos deux pays. Bien évidemment, pour des raisons géographiques et historiques, ceux-ci ne tirent pas leur substance d’une longue tradition militaire commune. Et si les armées françaises et argentines ne peuvent se prévaloir de combats partagés, nos pays ne se sont, de même, que rarement affrontés sur le champ de bataille, une seule fois pour être précis. Ce fut lors de la bataille de la Vuelta de Obligado, le 20 novembre 1845, que nos deux pays considèrent d’ailleurs chacun comme une victoire.

          Cette bataille vit de plus, ironie de l’histoire, s’affronter plusieurs membres ou alliés de ma famille, d’un côté Don Juan Manuel Ortiz de Rozas, chef de l’Etat argentin ainsi que le général Lucio Norberto Mansilla, commandant des forces armées, de l’autre l’amiral Tréhouart, commandant l’escadre franco-britannique … De là à résumer les relations franco-argentines à une histoire de famille, il n’y a qu’un pas que je n’oserai franchir…

De izquierda a derecha: Hélène de Lestrange de Ract-Madoux, General Bertrand Ract Madoux
Sr. Manuel Rafael García-Mansilla, Coronel  Diego López Blanco, jefe del regimiento de
  Granaderos a Caballo General "José San Martín" , Sra. Dolores Franco Laplace de García-Mansilla,
Sr. Manuel José García-Mansilla,  Sra. María Inés de Uriburu de García-Mansilla, Sra de López Blanco
  y Embajador de la República de Francia en la Argentina , Sr. Jean-Pierre Asvazadourian
posan junto al mural que rinde homenaje al general Lucio Norberto Mansilla
cuarto abuelo del general condecorado.
          Permettez-moi donc de vous remercier pour la chaleur et la qualité de votre accueil. Je souhaite d’ores et déjà souligner la richesse des entretiens que nous avons eus et la grande qualité des présentations qui m’ont été faites aujourd’hui. Je suis impatient de pouvoir poursuivre ces rencontres lors de la visite du groupement des forces spéciales de l’armée de Terre et du collège militaire de la Nation.

Bertrand Ract-Madoux firma el libro de visitas del histórico Regimiento
de Granaderos a caballo General José de San Martín, a su lado, su primo
Manuel Rafael Garcia-Mansilla
          Sachez que l’armée de Terre français se tient prête à approfondir ces liens au travers, notamment, des domaines d’intérêt commun qui ont pu voir le jour depuis la signature de l’accord de coopération dans le domaine de la défense de 2004 , qu’il s’agisse de la modernisation de votre outil militaire dans des domaines aussi variés que la formation, l’aéromobilité et les expertises techniques aéroportées, sol-air ou montagne, comme de la valorisation de votre démarche d’intégration régionale ou de votre engagement régional dans la formation aux opérations de maintien de la paix.

EL DOCTOR MANUEL JOSÉ GARCÍA SEGÚN EL HISTORIADOR ADOLFO SALDÍAS.

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Buenos Aires 1849- La Paz, Bolivia 1914
          Adolfo Saldías, nació en Buenos Aires en 1850. Formó parte de la denominada generación del 80 ; esa pléyade de distinguidos caballeros de vasta cultura y de firmes convicciones liberales, comprometidos lealmente con el destino de su país. 

         En general todos consideran al historiador Adolfo Saldías como el precursor de la escuela revisionista de nuestra historia argentina. Su extraordinaria obra " Historia de la Confederación Argentina -Rozas y su Epoca - aportó   inéditos documentos probatorios del archivo personal de Juan Manuel de Rosas. Los mismos le fueron entregados al autor por Manuelita Rosas. En su obra, los expuso con método claro y ordenado y fino estilo literario. Su inmenso trabajo, pasado el tiempo mereció el carácter de pionero en la reformulacion de los hechos históricos argentinos hasta entonces orientados por una visión tradicional que predominó en nuestro país hasta mediados del Siglo XIX.

         El clásico maniqueísmo histórico que predomina en gran número de historiados es el resultado de un exceso de pasión impregnada por ideologías extremas o partidismos sectarios. Esta forma de análisis histórico nos aleja de la verdad objetiva y termina desvirtuando los hechos del pasado. Pretenden dar a conocer nuestro devenir histórico con subjetividades y genelarizaciones respecto de la conducta de las personas,  apartadas del contexto histórico en que ocurrieron,  las que concluyen sistemáticamente en la exaltación o descalificación de nuestros hombres públicos. Se los denosta o ensalza con epítetos de todo tipo,  en lugar de dar a conocer los hechos, apreciarlos con honestidad intelectual y expresar el disenso con el debido respeto, si fuera necesario. No se debe caer en la tentación de pensar con las circunstancias del presente los hechos del pasado que los tuvo como protagonistas. "La primera condición de la Historia, es la verdad; la segunda es la medida de apreciación de estimación y de gloria que discierne a sus héroes" con este pensamiento describe el autor de "Biografías de hombres Ilustres", Alphonso de Lamartine las cualidades que debe poseer quien escriba historia.

          Es necesario entender que que quienes nos precedieron la historia de nuestra patria,  forman parte de nuestro acervo histórico y debemos aceptar que en general actuaron de buena fe, enmarcados en las circunstancias en que vivieron y convencidos que era lo mejor para su patria. Como dijera Ernest Renán:  "Los juicios carecen de valor fuera de su cuadro y al cuadro lo forma la época".

          Es imperioso estudiar con celo nuestra historia y reparar los errores cometidos en la apreciación de nuestro pasado. Si lo hacemos, como dijo Esteban Echeverría: ¿Donde irían a parar entonces, todas esas reputaciones tradicionales; todos esos grandes hombres raquíticos; todos esos pigmeos que la ignorancia y la vanidad han hecho colosos?

          Uno de los caso mas curiosos de la historia argentina es la figura del doctor Manuel José García, a quién la mayoría de los historiadores solo se lo recuerda y no con la profundad debida solo por dos misiones diplomáticas, que lo tuvo como protagonista. Una ordenada por el Director Supremo Carlos María de Alvear y la otra por el Presidente Bernardino Rivadavia. Olvidan su vasta carrera al servicio de nuestra Nación, que lo tuvo como actor principal por más de treinta años en forma consecutiva.

          Fue una de las personas más influyentes personalidades de la "Generación de Chuquisaca". No identificado con ninguno de los partidos dominantes, le preocupaba ante todo la organización institucional.

          En sendos artículos publicados en "La Gaceta de Buenos Aires" titulados "Relaciones Interiores", se refiere a la situación política de las Provincias Unidas y a la adopción generalizada de las nuevas ideas democráticas provenientes de Europa. En ellos afirma:
"Si las ideas han cambiado, ¿por qué entonces no ha cesado la guerra civil? La respuesta radica en que los hábitos y los vicios persisten en los pueblos y estos no logran desprenderse de ellos. De aquí surge una conclusión que muestra la enorme distancia que existe entre las ideas y los sentimientos, mientras esta separación persista, la guerra proseguirá destrozando el cuerpo político, dividiendo las familias y los pueblos, poniendo en peligro los heroicos esfuerzos realizados para alcanzar la libertad y la independencia."
          Culminó el último de estos artículos reclamando de los "hombres de bien de todas las naciones el reconocimiento de los derechos de los pueblos americanos y de éstos la necesidad de cesar sus luchas internas para lograr vencer a sus enemigos y asegurar el goce de su libertad."1

Martín Rodriguez, junto a sus ministros Manuel José García, Bernardino
Rivadavia y Julían Aguero

           Los hechos posteriores le dieron la razón. Cuando fue designado ministro luego de la Anarquía del año 1820, vuelve a reflexionar sobre la necesidad la necesidad de organizar el Poder Ejecutivo, siempre fiel a su condición de estadista y a sus ideas liberales. En una carta de 1820 reflexionaba:
"Yo pienso que debemos reunirnos todos, y trabajar de buena fe. Todos los Gobiernos son para mí respetables, si conservan la paz y la libertad. Que se llame Cónsul, Rey o Pontífice, o cualquier otro nombre el que tiene el Poder Ejecutivo, es indiferente para mí, siempre que produzca aquellos bienes y los asegure. Lo que debemos es purgar nuestro ánimo de todo espíritu de Secta; porque si estamos tocados de él, entonces no es fácil que tengamos las cabezas frías y los corazones puros; cosa indispensable para hacer una elección acertada de la forma de gobierno que nos convenga más, o que quieran más nuestros compatriotas."2 
          Manuel José García, es una persona muy poco estudiada. Pasó a la historia sin que nadie se haya detenido a estudiar sus ideas y su extensa trayectoria. En los libros solo se lo menciona como el firmante del Tratado de Paz con el Brasil. Sin embargo,  el no lo firmó, solo aceptó un acuerdo preliminar previamente consensuado con Bernardino Rivadavia y Francisco de la Cruz, que debía ser aprobado para tener validez por el Poder Legislativo. Nuestros legisladores, temerosos de la reacción prefirieron desacreditar al enviado y soslayar la participación del Poder Ejecutivo en los acuerdos previos. Por otra parte, la firma de la mentada Convención podía comprometer su honra personal, pero no obligaba al país hasta tanto no fuera ratificada. Salvo algunos pocos, nadie fue capaz de comprender la importancia de detener la guerra. Poco tiempo después, el mismo tratado fue aceptado por Manuel Dorrego y nadie lo criticó por ello. Quién está en condiciones de afirmar que su actitud fue indigna? O acaso conocemos sus pensamientos más íntimos o sus verdaderas intenciones? Lo que tenemos a nuestra disposición son los documentos que nos dejaron y de ellos no se desprende ninguna conducta que menoscabe su persona.

           Juan Carlos Nicolau, en su objetiva obra sobre la vida de Manuel José García, nos deja esta reflexión:

          "Para finalizar, el comisionado emite un juicio lapidario respecto a la actitud del gobierno de Rivadavia, al afirmar con razón que al negociar la cesación de las hostilidades arriesgaba su reputación personal, pero no causaba obligación alguna al Gobierno hasta tanto el tratado de paz o la convención preliminar, después de ser examinada detenidamente fuera ratificada. 

             "En su opinión, una convención preliminar aún después de ratificada solemnemente, es un tratado provisorio, pues su objeto principal es hacer cesar las hostilidades, fijando bases para un tratado definitivo. En la última frase de su exposición espera que aquietadas las pasiones en el futuro se juzgará su comportamiento, mientras se interroga acerca de quien merece mayor indulgencia, si el ciudadano que en tan gran conflicto sacrifica su reputación y acaso la existencia a su patria, o aquel que quiere a todo trance hacer de ésta el instrumento de su fama." 3

          Porque algunos historiadores olvidan el resto de su dilatada actuación? Recordemos su actuación pública en la historia de nuestro país:

          Tuvo una heroica actuación en las invasiones inglesas. Tuvo a su mando, con el grado de capitán, una compañía del Tercio de Cántabros en la defensa de Santo Domingo. Defendieron con valor su ciudad natal y lograron rendir al enemigo. Su padre el coronel Pedro Andrés García de Sobrecasa estaba al mando de la unidad. Su hermano Valentín García estaba en el mismo tercio. En reconocimiento a su actuación en la batalla, el Virrey Santiago de Liniers le otorgó el grado de Teniente Coronel (1807) ; fue Subdelegado de Porco y Chayanta en el Alto Perú (1809) ; Tesorero del Cabildo Porteño ; Vocal de la Cámara de Apelaciones ( 1812) ; designado por Mariano Moreno director de "La Gaceta de Buenos Aires" (1812); Secretario de Hacienda durante el Segundo Triunvirato (1812-1814) ; ministro de Gobierno y Hacienda durante la gestión de Martín Rodriguez ( 1820-1824) , ministro de Gregorio de Las Heras (1824-1826) , ministro de Juan Galo Lavalle ( 1828), durante cuatro años del propio Juan Manuel de Rosas (1829-1832), ministro de Hacienda y Gobierno de Juan José Viamonte ( 1829 y1833-1834) . Acaso todos ellos se equivocaron y eligieron a una persona sin méritos para el cargo? Podemos tener puntos de vista distintos pero no denostarlo o reconocer el mérito que su contemporáneos le dieron.

         Para ratificar lo expresado, queremos hoy dar a conocer la opinión del padre de los revisionistas Adolfo Saldías, sobre el doctor Manuel José García en su obra "Historia de la Confederación Argentina


Manuel José García
(Buenos Aires 1787-1848)
Primer Ministro de Hacienda de la República Argentin
"Digno cooperador tuvo Rivadavia en el ministro de Hacienda doctor García, quién a sus nutridos talentos y a su preparación poco común unía un espíritu organizador y metódico. Como estadista, García era uno de los más perfectos que ha producido la República Argentina, y como pensador es uno de los que con perfiles más acentuados ha dejado obra transcendental en disposiciones civiles, políticas y constitucionales incorporadas en las prácticas y en las leyes fundamentales del país." 

"Por iniciativa de este hombre superior se creó la Contaduría, la Tesorería y la Receptoría que dependían entonces del Tribunal de Cuentas ; se fundó la institución del crédito público y la caja de amortización, afectando a esta última las rentas de la Provincia ; se creó recursos legítimos y moderados para aumentar la hacienda pública ; se abolió los pechos y contribuciones forzosas; se sancionó la ley de contribución sobre la renta; se organizó la administración de las aduanas; se favoreció el comercio de importación por los medios que aconsejaba una prudente y sabia economía en un país nuevo, despoblado y sin industrias."

"Cuando tales medidas permitieron al Gobierno desenvolverse regular y ampliamente, Rivadavia elevó a la Junta de Representantes los mensajes sobre inviolabilidad de la propiedad, sobre seguridad personal y sobre libertad e imprenta; hermosas fórmulas consignadas en las anteriores Constituciones de los años 1811,15,17 y 19 que vivieron la vida de los lirios, pero que en el año 1822 comenzaron a traducirse en verdades prácticas, al favor del espíritu liberal que informaba la mente y la acción del Gobierno de Buenos Aires. A poco elevó el proyecto de ley de olvido acompañado de un mensaje en que se lee estas palabras: "Para gozar del fruto de los sacrificios hechos en la guerra de la Independencia, es preciso olvidar; no acordarse más ni de las ingratitudes, ni de los errores, ni de las debilidades que han degradado a los hombres o afligido a los pueblos en esa empresa grandiosa". Esta ley atrajo a Buenos Aires a todos los argentinos que estuvieron alejados por las contiendas civiles, y a quienes les fue dado vincular su esfuerzo a la labor fecunda que se iniciaba."


FUENTES: Historia de la Confederación Argentina. Rozas y su época. Tomo 1. Librería "La Facultad" de Juan Roldán, Florida 418, Buenos Aires, Argentina, 1911.

1.«La Gaceta Ministerial de Gobierno de Buenos Aires» (en español) (1812). «nros. 23 y 24».
2.«Archivo General de la Nación Argentina» (en español). «AGN, Sala VII, 16-4-7, nº. 1237».
3.Juan Carlos Nicolau (2008). «Manuel José García (1784-1848) - Política y Diplomacia en el Río de la Plata» (en español). Librería Historica, de Emilio J. Perrot, página. 214».








LAS FOBIAS DE LUCIO V. MANSILLA

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Lucio V. (de Victorio) Mansilla -soldado de la Campaña del Desierto, oficial en la guerra del Paraguay, autor de Una excursión a los indios ranqueles e hijo del héroe de la Vuelta de Obligado- tenía un problema con los ratones: le daban pánico. El general se trepaba al catre en cuanto un roedor lo importunaba con su presencia.
Pero no era el único animalito temido: "Un perro en una puerta de calle -dijo- es para mí más estorbo que un hombre". Otra vez escribió: "Yo tengo un miedo cerval a los perros; son mi pesadilla; por donde hay, no digo perros, un perro, yo no paso por todo el oro del mundo si voy solo; no lo puedo remediar; es un heroísmo superior a mí mismo. Juro que los detesto, si no son mansos, inofensivos como ovejas, aunque sean falderos, cuzcos o pelados". Señores analistas: estamos ante un claro caso de cinofobia, sin olvidarnos de la musofobia manifiesta al tratar con ratones.
En 1870, Mansilla cumplía funciones militares en Rojas (provincia de Buenos Aires) y acostumbraba salir a cazar con su escopeta. Aunque el lugar ideal no quedaba cerca, había -como en el juego de la oca- un atajo. Pero también -como en el juego- había dificultades. En este caso era una enorme dificultad corporizada en un mastín muy dispuesto a sembrar dudas sobre si el perro es el mejor amigo del hombre.
"Salía de mi casa y llegaba al sitio crítico haciendo cálculos estratégicos, meditando la maniobra más conveniente, la actitud más imponente, exactamente como si se tratara de una batalla en la que debiera batirme cuerpo a cuerpo." Privado, por anacrónico, de los ejercicios de respiración de Ravi Shankar, se acercaba agitado al punto de conflicto. "En cuanto el can diabólico me divisaba, me conocía; estiraba la cola, se apoyaba en las cuatro patas dobladas, quedando en posición de asalto, contraía las quijadas y mostraba dos filas de blancos y agudos dientes."
Luego de un par de cruces traumáticos, Mansilla tomó una decisión extrema. Con convicción, sin dudar ni un segundo, resolvió que mejor haría el camino largo, evitando el atajo. Así fue hasta que decidió enfrentar la situación, es decir, al mastín.
"Estaba entero, me sentí hombre de empresa y me dije: Pasaré. Salgo, marcho, avanzo y llego al Rubicón. ¡Miserable! Temblé, vacilé, luché, quise hacer tripas corazón, pero fue en vano. Mi adversario no sólo me reconoció, sino que en la cara me conoció que tenía miedo de él. Maquinalmente bajé la escopeta que llevaba al hombro. Sea la sospecha de un tiro, sea lo que fuese, el perro tomó distancia y se plantó, como diciendo: descarga tu arma y después veremos."
Parecía una escena del Lejano Oeste. De un lado, Mansilla y su escopeta; del otro, el mastín y sus colmillos. "Al primer amago de carga eché a correr con escopeta y todo; los ladridos no se hicieron esperar; esto aumentó el pánico de tal modo, que el animal ya no pensaba en mí y yo seguía desolado por esos campos de Dios."¿Huyó con la escopeta? No. Más tarde reconocería que terminó en poder del perro porque la había soltado para correr más liviano.
Fuente: Daniel Balmaceda. Estrellas del pasado. La popularidad en tiempos de los próceres. Diario "La Nación" edición impresa, lunes 10 de septiembre de 2012.
Ilustración: Diego Parés.
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